Hace seis meses se olvidó de mí.
- Esta debe ser como la mayor nuestra.- Le dijo riéndose a mi abuela.
Hoy ha olvidado tragar o, como ha dicho el médico, deglutir.
Es como un niño, le llamo chiquitín. Un niño con carácter, con mucho carácter que apura sus días. Y yo parezco una madre riñendo a su hijo: niño no toques esto, niño estate quieto. Al final acabaré imitando a Serrat, niño deja ya de joder con la pelota. Niño traga, niño no te quites la vía, déjate la mascarilla, niño no grites.
- ¿Caramelos?.- No puedes comer caramelos chiquitín.
Hoy he aprendido dos cosas. Por un lado que hay unos polvos espesantes para los líquidos y, por otro, que el futuro no nos pertenece. No podemos elegirlo, creemos que sí, pero nos engañamos. Nos pasamos la vida esperando un mañana que nunca llega y cuando lo hace no se parece a lo esperado. Seguro que él no soñó verse así.
Se llama Joaquín, eso no lo ha olvidado, nació en 1918, en Aguilar del Alfambra, en el mismo lugar que el padre de Vicente Blasco Ibáñez, en ese Teruel olvidado donde la tierra lo es todo. En 1936 fue a la guerra, con los rojos, no lo eligió, le tocó así. Comenzó en la retaguardia, llevando el agua y la munición a los soldados, acabó a las órdenes de Líster. Mejor dicho, acabó volviendo con el bando vencido a un lugar donde el odio, el rencor, la envidia, provocaron más barbaries que la propia guerra.
- ¿Cómo puedes estar orgulloso de haber combatido?.- Me desesperaba.
- Ay! Maña si todos hubieran sido como mi jefe no la hubiéramos perdido.
La guerra, la tierra, el hambre forjaron su carácter rudo.
Los últimos años de su vida, de mi vida desfilan ante mí a cámara lenta, nadie existe alrededor. Sólo yo y los recuerdos. Todo pasa de ser una película a 24 frames por segundo a una de 12 frames por segundo.
Todos los domingos de mi infancia salíamos a pasear, siempre acababa comprándome el dulce con más chocolate de la pastelería. Luego, por la tarde, volvería con un paquete de barquillos después de sus partidas de guiñote. Me enseñó a coger té, romero, poleo, a hacer fardos de espliego para guardar en los armarios, a distinguir la cebada del trigo, de la avena, del centeno. Conocí palabras como pipirigallo o yerma. Aprendí a ordeñar, a cosechar, a regar, a sembrar, a limpiar la cuadra…
- Si estás para ir de fiesta, estás para trabajar.- Decía mientras levantaba las persianas de mi habitación, en verano, a las nueve de la mañana después de haber vuelto a las cinco.
Se queja, quiere agua. Vuelvo al presente. Ya no queda nada de aquel hombre. El tiempo corre ocultándose siempre que puede, omitiendo favores sin recompensa, no quiere que nadie le pida explicaciones. Pasa, se agota, se escapa sin aviso sumando en la piel otra muesca. Para él el ayer se ha convertido en un presente extraño.
Yo, al salir de aquí, volveré a la mi realidad, multiplicaré los frames por dos y meteré el acelerador.
4 comentarios:
No recuerdo la frase, solo sé que era de un libro de J.L. Sampedro. Tu escrito...me ha gustado por todo lo que lleva implícito, por la forma de narrar...
Mo
Pido perdón por el escrito. Fue una necesidad personal en un momento de debilidad.
La frase... estoy en ello.
No tienes que pedir perdon, primero porque a mi el texto me encanta y llega al corazon y sobre todo porque para eso nacio este blog, para expresarnos, al margen de frases o tareas encomendadas...
Te atrapa desde el primer párrafo, te lleva a traves de una vida a ponerte en contacto con lo que un día, alguien fue. Te estampa la cruda realidad del final de un hombre devenido en otro. Muy bueno.
Salva
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