jueves, 24 de junio de 2010

El hombre que creía ser un Ferrari



Después de 10 años de convivencia María había descubierto lo que él aún desconocía,seguramente ni el tiempo sería capaz de hacerle ver su realidad.
   Mauro vivía en su mundo, el mundo de muchos de sus amigos...el mundo de la apariencia..era muy importante.
   En su pobre riqueza no sabía que había una gran distancia entre lo que uno es y lo que intenta ocultar.

Ese día  le correspondía estar con su hija, después de la separación le veía cada quince días y cada vez le resultaban más difíciles los encuentros, no sabía que hacer, dónde ir ni de qué hablar.
Como en otras ocasiones fueron a unos grandes almacenes .
-Qué quieres hoy?
La niña miró y pronto supo lo que necesitaba..una maquinita podría jugar mientras estaba con su padre.
Mauro se sintió un buen padre.
Al dejar a su hija, olvidó darle un beso ella tampoco...solo tenía ojos para su regalo.
Subido en su Ferrari rojo , recorrió la ciudad..ese coche le daba un poder añadido, se sentía superior, un gran hombre de negocios.
   El  portero del edificio le saludó amablemente, Mauro ni le vio, solamente se miraba a si mismo.
Entró en las oficinas y alguien quiso comentarle algo, pero él, con una mirada le silenció
Sombras de personas caminando sobre una calle de la ciudad-tonos de azul..Se le acercó Mery, su secretaria, entonces se le iluminó una sonrisa...se sentía seductor, atractivo, le acarició suavemente la cintura.
-Señor Director le dijo: el Sr. presidente ha venido de New York y le espera en su despacho.
Dió unos suaves golpes en la puerta y solicitó permiso para entrar.
Salió cabizbajo, recogió su maletín,  le habían cesado .

En la entrada del edificio no le esperaba su descapotable, lo había perdido todo.....
 Era solo él.

  

2 comentarios:

Tarsicio dijo...

Hay mucha gente que vive de las apariencias y disfruta de ellas incluso olvidando que no les pertenecen, como le sucede a Mauro, o incluso perteneciéndoles (como quien vive por y para su aspecto físico), sin darse cuenta que el día que éstas desaparezcan, la desgracia es segura.

Anónimo dijo...

así va el mundo...
mo