Objeto: cajita-cenicero
Estaba sentado, pálido, las piernas le temblaban, las manos le sudaban. Sus ojos oscuros estaban perdidos en el vacío, mirando aquel póster de unos pulmones típico de las consultas, mientras recordaba las veces que su mujer le había pedido que dejara de fumar. No lo hacía en casa desde hacía, al menos, tres años. Pero otra cosa bien distinta era en la fábrica. Fumaba a escondidas, sí, no podía evitarlo. ¿Cómo decir que no cuando te ofrecen un cigarrillo? ¿Cómo superar la tentación?. Él pensaba que ella no lo sabía, iluso, no se puede disimular el olor a tabaco. Lo sabía, sí, pero aparentaba no darse cuenta.
El médico miró los resultados, su cara denotaba preocupación.
- No es necesario que lo diga, ya lo sé.
Lleno de rabia llegó a casa, buscó todos los ceniceros que tenía y los lanzó uno a uno por el balcón. Incluso aquel que le regaló su hija, ese tan bonito, rojo color corazón.
2 comentarios:
gracias por tu participación
La agradecida soy yo. No es necesario que me déis tanto las gracias, con una ya me doy por pagada.
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