- Apúrese mi niña, grito Cristal al ver a Mona traspasar el umbral de la puerta de la cocina.
- ¿Qué pasó? Le dijo acercándose a la joven al reparar en que esta tenía los ojos llenos de lágrimas.
Cristal se apresuró a sacar de su apretado escote un pañuelo con el que limpio las lágrimas de la muchacha.
- ¿Por qué llora mi hija?
Mona, sin apenas poder articular palabra, rompió en un sonoro llanto al tiempo que se intentaba hacer entender.
- No se, no se como ponerme esto, dijo Mona entregando a Cristal el viejo delantal.
- Ay mi amor. ¿Tu no trabajaste mucho no es cierto? Tienes tanto por aprender, le dijo Cristal mientras le colocaba el mandil a la joven.
- Pero no te preocupes que para eso esta aquí Cristal.
- Ahora, le dijo mientras le secaba las lágrimas…
- Ahora vas a empujar este carrito y se va a venir conmigo a servir los desayunos, OK?
En el salón, un viejo aparador ejercía de escaparate a las sencillas viandas que habitualmente se servían en el desayuno.
Café, leche, galletas, magdalenas y un par de bollos que habían sobrado el domingo anterior compartían reducido espacio en aquel improvisado altar domestico. Ni siquiera la altura de los techos de aquella sala, conseguía refinar aquel espacio en el que reposaban, como si de un museo se tratase, una variada selección de mobiliario rescatado de los mejores contenedores de la Gran Vía.
A Mona le llamo poderosamente la atención, el hecho de que el salón estuviese vació, salvo por la presencia de su tía Lita, que parapetada tras una revista del corazón hacia guardia sentada en su vieja mecedora vigilando para que nadie repitiese desayuno ni comiera mas galletas de las habituales.
Mona intentaba seguir el ritmo de Cristal, imitando todo lo que esta hacia cuando de forma inesperada noto una palmada en sus nalgas que provocaron que se le cayeran al suelo las tazas que café que apilaba sobre la mesa.
- Hola guapa, ¿quieres un caramelito?
Era don Francisco, pensionista que malvivia en la pensión y que no desaprovecha la menor oportunidad para dar rienda a sus instintos de viejo verde. Sin darle tiempo a reaccionar, Cristal esquivó como pudo un cenicero que desde la otra punta de la sala, en su posición de vigía, había lanzado la tía Lita sobre la cabeza del anciano.
- El caramelito se lo puede usted meter por el culo, grito doña Lita ante la sorpresa de Mona que asustada fue a refugiarse a los brazos de Cristal.
- Como le vuelve a ver tocar a mi sobrina, se van los caramelos y usted a la puta calle…
- No se ponga usté así doña Lita, contestó el anciano con un pronunciado acento andaluz,
- Ya sabe usté que soy un caballero español.
- Niña, recoge la bandeja de don Francisco que ya ha terminado, y tu Mona vete a la habitación y ocúpate de tus maletas.
7 comentarios:
al fin, le he puesto con mucha timidez unas palabras a nuestra historia...
Estas las ha escrito nuestro doctor...la tímida solo ha escrito Mona 3
Esto parece un capitulo de "Lost", no me entero de nada. Quien es la timida, eres tu MO?
si, ¿no te lo crees?
yo siempre me lo creo todo...asi me va..
Me ocurre lo mismo..es que somos unos niñosssssssss
JaJaJA
Chicos, estáis de atar.
Publicar un comentario