miércoles, 30 de junio de 2010

EL ASESINO DE CANTANTES DE JAZZ


 
Aquella mañana se levantó con resaca, la cabeza seguía dándole vueltas inmersa en una densa neblina que difuminaba su realidad. Era siempre la misma mierda: la misma cama solitaria, las mismas nauseas, los mismos dolores de cabeza, la misma mañana gris. Cada vez tenía menos razones para levantarse. Se había convertido en una escritora mediocre que seguía viviendo de éxitos pasados. Había estado toda la noche escribiendo, apenas cuatro párrafos, entre whiskys solos o con hielo. Se duchó, comió, se sentó a escribir y se dio cuenta que había algo diferente, nadie le susurraba las palabras. Se levantó, la buscó por toda la casa y no la halló, no escuchó su voz aterciopelada, tan solo encontró una nota en la nevera.

Me cansé de trabajar para ti. Búscate a otra que te aguante. Te has convertido en una escritora vulgar, aburrida y sin talento. Yo me merezco algo más.
    Firmado.
                                                                                                                      Tu inspiración.

Se quedó allí, petrificada frente a la nevera, indecisa, leyendo y releyendo la nota mientras un sudor frío bañaba su cuerpo. Su inspiración la había abandonado y tan solo le había dejado unas palabras que arañaban con su tinta la blancura del papel. Tras unos momentos de pánico reaccionó y tomó la decisión de ir a buscarla. Ontario, ese era el destino, estaba convencida de encontrarla allí, porque allí se habían conocido.

Aterrizó en Toronto Pearson a media mañana, con las piernas entumecidas por el largo viaje. Durante el vuelo tuvo tiempo suficiente para ordenar sus ideas. Ontario era una región amplia, la agreste Península de Bruces, las Cataratas del Niágara, Blue Montain, Ottawa, pero su inspiración era una mujer cosmopolita, necesitaba una gran ciudad. Toronto era el lugar idóneo para esconderse, una de esas ciudades en las que se puede pasar totalmente inadvertido, a menos que saques un enorme mapa en medio de la calle y lleves una cámara al cuello. Y es que en una ciudad donde más de la mitad de la población es foránea, hablar otro idioma, tener los ojos rasgados o simplemente ser diferente, no significa ser extranjero.
-          Olivia Iranzo.- Dijo el oficial mientras miraba con recelo el pasaporte.-¿Qué motivo la trae a Toronto?.- Continuó preguntando.
-          Turismo. – Mintió titubeante. La otra opción, responder la verdad, estaba descartada de antemano. Nadie creería que había venido a buscar a su inspiración.
El tipo, un hispano de estatura media y gesto serio, siguió examinando la foto. Olivia también lo examinaba a él mientras pensaba donde había quedado la fraternidad entre inmigrantes. Se disponía a tararear una canción de Julio Iglesias para relajarse cuando el oficial esbozó una sonrisa y  le devolvió el pasaporte.
La noche caía sobre Toronto era el momento de comenzar la búsqueda, la inspiración es un animal nocturno. Subió a un taxi. El taxista, un coreano enamorado de las españolas, le recomendó comenzar por Destillery District, tal vez la encontraría en alguna de las galerías de arte que poblaban sus aceras. Llevaba una foto suya en la cartera, pero no le iba a servir de mucho. No había encontrado ninguna fotografía en la que su cara se viera con nitidez, en todas ellas un halo de misterio envolvía su rostro, ocultándolo al resto de los mortales. Ni siquiera Olivia estaba segura de cómo era. No conseguía recordar el color de sus ojos, la carnosidad de sus labios ni la dureza de sus facciones. Solo recordaba su larga cabellera negra, su voz cálida y sensual, sus manos, seguras y suaves, y ese porte de femme fatale que siempre la acompañaba.
Se armó de valor y entró en uno de aquellos edificios de ladrillos rojos y arquitectura victoriana que en otro tiempo habían sido destilerías. Echó un vistazo al local, creyó reconocerla en una joven que estaba bailando pero al aproximarse se dio cuenta del error. No había rastro de ella en aquel lugar. Sin embargo un tipo gris que estaba acodado en la barra había conseguido captar su atención. Era un hombre de pelo castaño, gafas redondas, barba breve y cara fofa. Un tipo vulgar que observaba como un espectador de cine lo que sucedía a su alrededor. Aquella actitud pasiva llamó la atención de Olivia. Él se sintió observado, apuró el último trago de vodka y abandonó el lugar llevándose a Olivia tras él. Ambos subieron en uno de esos tranvías rojos que recorren la ciudad hasta llegar a Queen. Entraron en The Rex Hotel, un club de jazz con una luz ocre que no llegaba a iluminar pero que le confería un ambiente mágico, situado en la esquina de Queen y  St. Patrick. El tipo se acercó a la barra, pidió un vodka rojo y se dedicó a escuchar la actuación. Sobre la pequeña tarima del escenario una joven blanca, no muy alta, de pelo rizado y gafas oscuras, interpretaba acompañada de un piano negro de pared ”I’ll Wind” de Lena Horne. A Olivia, que no tenía un oído acostumbrado al jazz, le parecía que la voz de aquella chica surgía de la tierra y se esparcía por toda la sala, inundando todos sus espacios con su sensualidad. Sin embargo el tipo no parecía satisfecho, dejó el vaso sobre la barra y abandonó el local al tiempo que una nueva cantante comenzaba a interpretar “I got life” de Nina Simone.
La joven cantante salió por la puerta trasera. Su coche, un studebaker azul, se encontraba aparcado en el callejón, abrió la puerta, subió al él y colocó las llaves en el contacto. En ese preciso instante, el tipo gris golpeó la ventanilla del conductor. Ella lo miró de soslayo mientras la bajaba. El tipo sacó lentamente su Colt del bolsillo, tratando de no llamar la atención de la joven.
-          Tranquila, el tiro no te dolerá. No te hará más daño del que tú le has hecho a Lena Horne.- Dijo mientras le daba un disparo certero en la cabeza.
Guardó de nuevo el revolver en su bolsillo y giró sobre si mismo. Sus ojos fueron a chocar con los de Olivia, que amparada por la oscuridad, había presenciado la escena, anotando en su libreta lo sucedido.
-          ¿Quién diablos eres tú?.- Preguntó el tipo con un timbre de voz que no correspondía a un asesino.
-          Yo soy escritora. ¿Quieres ser mi inspiración?.- Respondió Olivia.
El tipo no contestó solo le indicó con un gesto que lo siguiera. Llegaron a una pequeña casa del barrio de Kesington Market donde unos jamaicanos les invitaron a pasar dentro para presenciar un jamming, bajo un denso y dulzón humo. Y allí, entre aquel humo la distinguió, su inspiración, pero ahora ya no la necesitaba, otro ocupaba su lugar.

Primavera de Praga

Katerina acabó de anudar el lazo del paquete que tenía en el mostrador y se lo entregó a la clienta con una amplia sonrisa. Su sonrisa estallaba en su cara y cada vez que sonreía, conquistaba a la persona que la miraba. Miró el reloj y pensó que ya se acercaba la hora de cerrar la tienda. Pronto habría altercados en las calles y ella deseaba llegar a casa sin problemas.

En otra parte de la ciudad, Jan lijaba con delicadeza la madera del instrumento que estaba construyendo. Una viola basada en otra del siglo XVIII que haría las delicias de un músico europeo de prestigio que se la había encargado para su colección privada. Se le pasaban las horas sin sentir en su taller y apenas tenía tiempo para nada más, sólo trabajo, trabajo y más trabajo. Su juventud se diluía entre las virutas de madera y los barnices de los instrumentos de cuerda. Unas voces lejanas interrumpieron sus pensamientos.

- Debe tratarse de la gente que va a las manifestaciones…Yo también voy a ir! – gritó mientras se quitaba la bata y recogía las herramientas- las cosas deben cambiar y tengo que luchar para ello, se dijo en voz alta para infundirse valor…

-“¡Tenemos derechos!
- “¡Libertad de prensa!”, “¡Libertad de expresión!”

Jan escuchaba las mismas reivindicaciones una y otra vez, más y más cerca de su taller, hasta que él mismo se unió a la marea humana en dirección a la Plaza Wenceslao. Era el 20 de Agosto y no sabía lo que le deparaba el destino.  

Katerina cerró la puerta de su pequeña mercería y comenzó a caminar con rápidos pasos, con la cabeza agachada, sintiendo como su nerviosismo crecía a medida que oía las consignas avanzando en su dirección. Cogió su bolso con ambas manos en un gesto mecánico y pensó en la posibilidad de cambiar su ruta para no encontrarse en mitad de la manifestación. Pero siguió caminando.
Sin apenas levantar la mirada de sus sandalias se encontró con una  pequeña multitud que portaba banderas checas. Se la llevaron consigo a pesar de su resistencia. Levantó un instante la mirada para chocar con otra, la mirada de Jan, los ojos de Jan. Y el tiempo se detuvo.
Jan le sonrió. Katerina hizo lo mismo. Instantes después vió aquellos tanques rusos desfilando amenazadores por las calles de Praga y a aquel chico subiendo encima de uno de ellos con una bandera. Los coches ardían, la confusión y el miedo se mezclaban con el humo por toda la ciudad, los soldados llevaban sus armas cargadas y preparadas para disparar, pero ahí estaba ella con los ojos puestos en aquel joven de sonrisa fácil.

El gran fotógrafo Joseph Koudelka inmortalizó el momento de la entrada de los rusos a Checoslovaquia con una imagen de su reloj de pulsera señalando la hora exacta de la invasión. La hora exacta en la que se cambiaba la historia de su país. La hora exacta en que otra historia, más pequeña, comenzaba…


martes, 29 de junio de 2010

DULCE MARÍA LOYNAZ ....POEMA XXI

Mano Con La Piedra Imagenes De Archivo



EL GUIJARRO ES EL GUIJARRO, Y LA ESTRELLA ES LA ESTRELLA. PERO
CUANDO YO COJO EL GUIJARRO EN MI MANO Y LO APRIETO Y LO
ARROJO Y LO VUELVO A COGER.....

CUANDO YO LO PASO Y REPASO ENTRE MIS DEDOS...,LA ESTRELLA ES


LA ESTRELLA, PERO EL GUIJARRO ES MÍO...¡Y LO AMO!

MILAGRO DE LA LUZ (ANGEL GONZALEZ)




MILAGRO DE LA LUZ; LA SOMBRA NACE,
SE DESPLOMA SIN PESO SOBRE EL SUELO
CHOCA EN SILENCIO CONTRA LAS MONTAÑAS,
DESVELANDO A LAS HIERBAS DELICADAS.
LOS EUCALIPTOS DEJAN EN LA TIERRA
LA TEMBLOROSA PIEL DE SU ALARGADA
SILUETA,EN LA QUE VUELAN FRÍOS
PÁJAROS QUE NO CANTAN.
UNA SOMBRA MÁS LEVE Y MÁS SENCILLA,
QUE NACE DE TUS PIERNAS, SE ADELANTA
PARA ANUNCIAR EL ÚLTIMO,EL MÁS PURO
MILAGRO DE LA LUZ: TÚ CONTRA EL ALBA.

lunes, 28 de junio de 2010

PiLuCA y PoCHoLO


La señorita Piluca Sanz de Muñagorri, junto a su prometido Pocholo Irazmendi de Trullenque, posando simpáticamente para la cámara del reconocido fotógrafo Francisco Solsona mas conocido como “Frasquito” han anunciado su fiesta de pedida de mano que se celebrara el próximo 17 de julio en la residencia de los marqueses Sanz de Tejada y Bovedilla. Un evento al que asistirá la flor y nata de nuestra sociedad.
Frasquito, conocedor de la pasión que siente la joven pareja por los deportes de competición, ha querido reflejar esta bonita y sana afición con esta bonita instantánea de la parejita.

Piluca: Como no acabe pronto esta sesión de fotos, me va a dar una lipotimia. Creo que tengo el hombro dislocado, y la puta raqueta, se me ha quedado el brazo dormido.
Pocholo: Pues no tiene calle ni nada la muchacha, la carita que pone de no haber roto nunca un plato y le estoy metiendo la mano por debajo de la falda….
Piluca: Anda que el pelo que le han puesto a pocholo…. Menuda visera, no necesitamos paraguas si llueve…
Pocholo: La tengo en el bote, si hasta me pone ojitos…
Piluca: Y encima le canta la taza a chorizo que asco…
Pocholo: Pues No me quita la mano no, Anda que no es puta….
Piluca: Pase lo de tocarme el culo, pero eso que esta rozando mí pierna no es precisamente el móvil,
Pocholo: Tu pon caritas que como te agarre de las coletas te vas a enterar de lo que vale un peine.
Piluca: Lo que me faltaba, ahora se le ha puesto morcillona. Será guarro el tío….
Pocholo: La pelirroja me ha puesto burro, a esta le comía hasta los lacitos de las coletas….
Piluca. Con halitosis y con una erección, como no acabe pronto la sesión me voy a cagar en pocholo, en frasquito y en su puta madre. Eso si de forma muy fina….
Pocholo: Esta cae esta noche, y no me hace falta ni invitarla a cenar. A ver si acaba pronto el maricon este…
Piluca: ya le vale a Frasquito, no le quita ojo al paquete de Pocholo.
Pocholo: Este culito que no pase hambre….
Piluca: Me duela la mandíbula de tanta sonrisita, en cuento esto acabe le digo que me ha bajado la regla y me pido un taxis.
Pocholo; Una guarrilla, lo que yo diga, esta esta aun mas cachonda que yo.
Frasquito: Muy bien chicos, hemos terminado la sesión de fotos

jueves, 24 de junio de 2010

El hombre que creía ser un Ferrari



Después de 10 años de convivencia María había descubierto lo que él aún desconocía,seguramente ni el tiempo sería capaz de hacerle ver su realidad.
   Mauro vivía en su mundo, el mundo de muchos de sus amigos...el mundo de la apariencia..era muy importante.
   En su pobre riqueza no sabía que había una gran distancia entre lo que uno es y lo que intenta ocultar.

Ese día  le correspondía estar con su hija, después de la separación le veía cada quince días y cada vez le resultaban más difíciles los encuentros, no sabía que hacer, dónde ir ni de qué hablar.
Como en otras ocasiones fueron a unos grandes almacenes .
-Qué quieres hoy?
La niña miró y pronto supo lo que necesitaba..una maquinita podría jugar mientras estaba con su padre.
Mauro se sintió un buen padre.
Al dejar a su hija, olvidó darle un beso ella tampoco...solo tenía ojos para su regalo.
Subido en su Ferrari rojo , recorrió la ciudad..ese coche le daba un poder añadido, se sentía superior, un gran hombre de negocios.
   El  portero del edificio le saludó amablemente, Mauro ni le vio, solamente se miraba a si mismo.
Entró en las oficinas y alguien quiso comentarle algo, pero él, con una mirada le silenció
Sombras de personas caminando sobre una calle de la ciudad-tonos de azul..Se le acercó Mery, su secretaria, entonces se le iluminó una sonrisa...se sentía seductor, atractivo, le acarició suavemente la cintura.
-Señor Director le dijo: el Sr. presidente ha venido de New York y le espera en su despacho.
Dió unos suaves golpes en la puerta y solicitó permiso para entrar.
Salió cabizbajo, recogió su maletín,  le habían cesado .

En la entrada del edificio no le esperaba su descapotable, lo había perdido todo.....
 Era solo él.

  

Cartas para viejas amantes


 
-          Además de todos sus objetos personales les adjuntó tres cartas que no consigo encontrar. – Dijo el abogado apesadumbrado dirigiéndose a las tres mujeres mientras rebuscaba en sus archivos. - ¿Dónde estarán?.- Continuó farfullando.
-          Ah! Aquí. Carmela, Lidia, Nuria.- Dijo mientras les daba las cartas.
Las tres mujeres conocían la existencia de las otras, la conocían ahora y mientras estuvo casado con ellas pero nunca habían llegado a verse las caras. Él siempre actuó con cautela pero una mujer sabe cuando su marido tiene una amante. Un olor diferente en su ropa, un cambio de hábitos, un regalo a destiempo, un sabor no conocido en su boca son indicios suficientes. Las tres eran hermosas, listas, perspicaces, de larga cabellera y esbelta figura, ropa cara, tacón de aguja, capaces de iluminar una estancia con su sola presencia. Bebedoras ocasionales, comedoras moderadas y amantes insaciables. Tal vez lo único que las diferenciaba fueran los escrúpulos. Eran ese tipo de mujeres que hacen volver la vista a los hombres, tocar el claxon, asomar el cuerpo por la ventanilla y decir sandeces. Conscientes de su belleza observaban a la que fue su adversaria con desdén mientras se preguntaban que habría visto él en la otra que no vio en ellas. Las tres habían besado su boca, recorrido su cuerpo, deshecho su cama. A las tres las había llevado al altar, les había jurado que eran la mujer de su vida y luego cambiado por la siguiente. Las había citado allí para que se conocieran, para devolverles sus objetos personales, esos que había guardado como trofeos de sus victorias, para entregarles unas cartas. Estaban convencidas de que, a pesar del tiempo transcurrido desde la última vez que lo habían visto, seguía jugando con ellas. Este era uno más de sus trucos, le gustaba jugar con las mujeres como otros lo hacían con las cartas. Seguramente estaría en alguna playa acariciando su Gibson Les Paul, la única mujer de la que había estado realmente enamorado. No cruzaron una palabra, no se molestaron en recuperar sus objetos personales, únicamente cogieron las cartas que les ofrecía el abogado y abandonaron el despacho en medio de una estela de perfumes caros.
Nuria era su última mujer, una veinteañera universitaria de buena familia de la que apenas llevaba dos meses divorciado. Se preguntaba que podía haber visto en sus antecesoras, no eran tan atractivas, ni tan jóvenes como ella y mucho menos tenían su posición social. Llegó a su apartamento, situado en una de las calles más pijas de la ciudad, abrió una botella de vino, se sirvió una copa y abrió la carta.
Querida Nuria:
La sombra de la ruptura planeó sobre nuestro matrimonio desde el primer momento, ensombreciendo nuestro presente, nuestro futuro. Tu amor fue y volvió solo. No encontró correspondencia, no la que tú esperabas. Yo sólo buscaba tus contactos. Tú intentaste convertirme en alguien que no era, ya cumplí los veinte años hace tiempo no puedo seguir tu ritmo. Te cansaste de esperar a que cambiara. Yo me cansé de ti.
Cogió la copa de vino que había dejado sobre la mesa y apuró el último sorbo.
-          No has sido el mejor de mis amantes.- Pensó mientras rompía la carta.
Lidia había sido la segunda de sus esposas, la había conocido en un bar de carretera. Todos los presentes intentaban invitarla a una copa, él se acercó, le susurro al oído y le hizo una oferta irrechazable. No hay día que despierte sola, pero tampoco hay dos mañanas en que lo haga acompañada del mismo hombre. Llevaba una vida desenfrenada gracias al dinero que había obtenido con el divorcio. Cogió el coche y se dirigió a la oficina, en la soledad de su despacho leyó la carta.
Querida Lidia:
Algunas veces los sentimientos se encuentran desprotegidos, tiritando bajo la tenue luz de algún bar de mala muerte, hasta que alguien llega y los reclama. Hay relaciones que llevan marcada la huella del fracaso: decir te quiero está prohibido. Hay personas que miden el amor en función de los regalos recibidos. Tú eres una de esas.
Que te follen pensó al terminar de leer. Sonó el teléfono.
-          A las diez en tu casa.- Dijo una voz al otro lado del teléfono.
-          Perfecto.
Carmela y él se habían conocido en la graduación. Sus ojos se habían cruzado en la entrega de diplomas, él reparó en su mirada y, de alguna manera quedó fulminado por ella. Luego, en la fiesta, entre los efluvios de la música y el vino, ella le había parecido lo más real del momento. Sus manos se rozaron, sus miradas había chocado con tal intensidad que por primera vez ambos fueron conscientes que tenían un cuerpo, un cuerpo al que los ojos y las caricias del otro daban forma. No pudo esperar a llegar a casa para leer la carta. Sacó las llaves del coche, entró y comenzó a leer.
Querida Carmela:
Tú has sido a la única que he amado de verdad. Con el paso del tiempo, al evocar un amor antiguo la memoria nos devuelve momentos dulces y la boca se llena de azúcar.
La nostalgia nos produce un placer tan intenso como efímero que guardamos con melancolía. Ese recuerdo imposible de compartir, se convierte en una pieza única de nuestra existencia. Reúnete conmigo.
La dirección venía anotada en el reverso. Pensó en lanzar la carta por la ventanilla, no lo hizo. Arrancó el coche y se dirigió a la cita.
-          Has venido. No creí que lo hicieras.- Dijo él al verla.
-          Sí, he venido.
Durante un instante pensó besar su boca. Sin embargo le dio una sonora bofetada y sonrió.
-          Siempre quise hacer esto. Nunca es tarde.- Le gritó mientras se alejaba.

Yolanda

Palabras sueltas


Saltan por el parque
son los gorriones
no buscan el nido
que ya fue olvidado


Se besan su dedos
dedos que eran otros
aún así se acercan
al beso primero


Sueñan muy despiertos
viejos que son niños
rien aún sin dientes
bailan aún sin piernas

Como ser feliz sin dejar de ser Mona 5

-Cariño, mañana es tu día de descanso en la pensión, así que esta noche tienes que conocer Madrid. Tu tranquila te vienes conmigo y te presento a unas amigas mías. Yo tengo que trabajar, por lo menos unas horitas, y luego me iré a la pensión a descansar este cuerpecito para que tu tita me vea cumplir mañana. Ven cielito no te sueltes de mí.
Las dos nuevas amigas paseaban por la Gran vía, cogidas del brazo encontrándose la una a la otra. Cristal tenía una amiga no contaminada, de corazón aún puro, alguien que aún no se había endurecido, que aún no había traicionado a nadie, que aún no había engañado a una pareja, que aún no conocía el relamer de la culpa cuando la esperanza ha abandonado por completo tu corazón. En ella veía una renovada esperanza, ansiaba impregnarse de esta al tiempo que enseñaría a Mona a zapatear en las tablas de la vida. Mona, contemplaba las luces y el tráfico de la gran urbe mientras hallaba refugio en su peculiar amiga, el único rinconcito de seguridad que tenía. El frio acarició sus pieles, se acercaron entre risas, estrujándose y dándose calor. Doblaron enseguida para meterse en la calle Desengaño, zona de prostitución callejera o como Cristal le gustaba llamarlo: su oficina.
-Ven mi amol, te presento a mi princesa, Carla.
Se acercó al oído de Mona y le dijo: -Es una loba cariño, no te separes de ella y aprenderás mucho esta noche.
Carla era una chica preciosa, vestida de forma un tanto harapienta, pero bajo esas ropas deshilachadas y ese bolso lleno de descosidos, había una figura esbelta, hermosa y joven con una mirada penetrante y lasciva.
-Hola princesa, yo soy Carla.
Cristal se echó a reir y dijo: -Por eso la llamo princesa, a todas nos llama así.
-Ni caso cielo. Bueno esta noche tengo la regla asín que no puedo trabajar. A lo luego, tu y yo, ¡nos vamos a ir de fiesta!
Cristal interrumpió: seguro que cuando llegues a casa te metes la escoba por la raja, jajaja, ni una noche vas a poder aguantar sin ventilarte los bajos, guarra.
-Calla puta, menuda imagen le vas a dar de mí a Mona.
Las dos viejas amigas y otras figurantes que estaban de fondo, rieron a carcajadas mientras Mona, estupefacta, intentaba seguir el ritmo de la conversación sin perder la sonrisa.
-Bye mi niña, diviértete.
Cristal le dio a Mona un dulce beso en la frente y se despidió de ella. Carla cogió a Mona de la mano y se dirigió de nuevo a la Gran vía, dando saltitos que Mona, no tuvo más remedio que imitar…
-Vamos a Callao. Verás cuanto niño guapo y bien vestido nos encontramos, un meneíto de cadera y tenemos las copas pagadas toda la noche. Y luego nada de abrirte de piernas la primera noche que estás en la ciudad ¡eh! Hoy tienes suerte, como estoy con la regla me controlaré y me quedaré contigo cielo.
Carla era pelirroja con los ojos verdes, guapa era decir poco, y sensual, muy sensual. Mona no podía dejar de observarla embelesada como hizo antes con Cristal…
-Sois todas… prostitutas.
-Si cariño somos putas. (Dijo con sinceridad rendida).
-Pero tú eres muy guapa, podrías trabajar de modelo u otra cosa.
-Hay mi princesa… pero soy muy puta, que le vamos a hacer. No puedo estar sin follar o me pongo mala. Además eso de las altas esferas no es para mí. Ven entremos en ese antro.
Maestra y aprendiz entraron en un pub lleno de chicos con traje chaqueta. Carla soltó la mano de Mona y se acercó con paso grácil a la barra, dejando caer su bolso sobre el brazo de un apuesto joven. Mona se sintió observada al tiempo que no quería dejar de observar a Carla. Aquel chico enseguida se giró para disculparse ante Carla. Ella haciéndose la distraída para disimular su acercamiento evitaba también la mirada del camarero. No pediría hasta que su presa la invitara… Mona esbozaba una profunda sonrisa, disfrutando de la destreza de Carla. Aquel chico ya estaba hipnotizado y Carla, le estaba haciendo señas para que se acercara. El joven las invitó a ambas a sendos Gin tonic Bombay Sapphire preparados en su vaso de balón, con su limón lamiendo el borde de la copa. La música de jazz hacía lo propio en sus oídos.

(Salva).

miércoles, 23 de junio de 2010

Preciosa y Caricia


Caricia y Preciosa eran una joven pareja de lesbianas. Les gustaba hacer el amor hasta quedar exhaustas, y explorar y disfrutar de sus tiernos y lujuriosos cuerpos. Preciosa era una chica muy hermosa que gustaba de seducir a su amada con sus encantos. Caricia era muy atenta y cariñosa con su chica, y le encantaba ver a Preciosa como su objeto de deseo.
Un día como tantos otros, acudieron a su sex shop favorito; donde estuvieron sopesando el género en la sección de juguetes amorosos. No estaban muy seguras de quien iba a utilizar qué, pero al ver los lubricantes de sabores, Caricia lo tuvo claro. Puso un poco de líquido de muestra en su dedo y se lo acercó a Preciosa, la cual, sin dudarlo, lo chupó de su dedo cual armónica con gesto carnal y jocoso. Caricia ya estaba lista para ir a la caja, a la calle, a su piso, y al infierno mismo si fuera necesario, con tal de poner fin a su incipiente cascada libidinosa.
Por el camino Caricia recordó que su hermana, de nombre Oportuna, debía acudir a su casa ese mismo día a recoger un antiguo juego de llaves. El pensamiento cayó de su mente, lubricado por otros de muy distinta naturaleza, mientras llegaban a casa de Caricia.
Entraron a golpe de apretón, estirón, beso y mordisco. Llegaron a la cama casi sin prendas, y mientras Preciosa se quitaba las que aún subsistían, Caricia ya había sacado todo el arsenal, empuñando, claro está, los de mayor calibre. Comenzó el proceso de introducción en el sagrado agujero de Preciosa, con ausencia justificada de lubricantes. La mirada de Caricia era firme, su actitud era decidida, y se convirtió en jugadora de tetris, en ingeniera de caminos, canales, minas, y estaciones petrolíferas.
-¡Caricia! ¿Te has creído que soy una hucha sin fondo?
Un empujón-agarrón en los pechos de Preciosa, la devolvió a la posición decúbito supino, y la exploración espeleológica continuó. La sorpresa ante la capacidad de Preciosa solo sirvió para estimular aún más la imaginación de Caricia. Se detuvo a observar y pensar, mientras Preciosa ya solo era capaz de jadear de placer entre gritos de: ¡basta ya por el amor de Dios!
En este momento de cima alcanzada y pisoteada, Oportuna llamó a la puerta y Caricia dijo:
-¡Ostia las llaves!
Preciosa, incapaz tan siquiera de incorporarse, miró a los ojos de Caricia con desesperación jadeante y gritó:
-¡Las llaves te las puedes meter por el culo!

Justa Sra de...

Vivían en una gran casa, eso que se dice un "chaletazo". Ella se ocupaba de toda la organización familiar, creaba armonía.
     Había dedicado  su vida a su familia...abandonando sus estudios renunciando en nombre del "amor".
Cuando los hijos crecieron comenzó a trabajar junto a su marido un afamado médico de la ciudad.
   Justa era guapa, con un cuerpo que le acompañaba, una mujer de las que los hombres dicen de bandera.
Ahora ya con 65 años había perdido  parte de su esplendor, había entrado en la edad en que la mujer se convierte invisible para muchos hombres.
Su cultura era amplia, siempre la pasión por la lectura, los clásicos, también los  contemporaneos,  había leido todas las obras de Anais Nin, M.Yourdenar, O. Wilde, D. Lessing, Pesoa ,J.L  Sampedro, Saramago, S. Puértolas etc...y toda la poesía que caía en sus manos, tenía sus preferidos, esos que releía todos los días.
No había estudiado,.no tenía una carrera como él, aunque no la necesitaba. Las palabras de otros le habían calado muy profundamente habían dejado huellas en su alma..., era buena, muy buena aunque ella aún no lo sabía.
   Su vida era sencilla, cocinaba para toda la familia, cenas en las que los amigos de su marido disfrutaban de los manjares que ella elaboraba, su vida transcurría ...su marido estaría orgulloso de ella.
    Así fue pasando el tiempo...
Algo ocurría,  Domingo estaba frecuentemente apático,se dormía frente a la T.V y directamente iba a la cama...siempre estaba cansado, muy cansado, solo se le podía ver entusiasmado con el fútbol o el tenis que continuaba practicando hasta bien entrada la noche pese a su mala salud.
El, que siempre había presumido de su hombría de macho...ahora estaba totalmente inapetente, Según sus colegas médicos padecía varias patologías...la próstata, anemia y una extraña enfermedad de un nombre desconocido..No había nada que mejorase sus enfermedades, Justa incluso se atrevió a preguntarle si era homosexual ella lo entendería, continuaría amándole.
Pero no...Domingo continuaba en silencio, siempre cansado,siempre dormido, fingiendo día tras día, haciendo que Justa se sintiera tan enferma como creía estaba su marido.
Toda una vida juntos, con sus más y sus menos, acostumbrada a esperarle, a escuchar sus pasos, sus cada vez menos palabras, a quererle...
Ese día Domingo le llamó al móvil,
-Volveré muy tarde...temas de trabajo...no me esperes despierta.
Ella colgó..
Cinco minutos más tarde fue a llamar a su hija, descolgó el móvil...
-Cariño, ponte cómoda, tenemos toda la noche por delante
mi mujer no me espera, de nuevo se lo ha creído,
... ¡ estás mujeres son realmente tontas¡
-ven..ponte a mi lado, acércate.....
se escucharon entonces sonidos, suspiros ya por ella conocidos... en otros tiempos.
  Justa, paralizada, desconcertada escuchaba.. .al otro lado del teléfono estaba él, no había cerrado la llamada.....
No obstante Justa era una mujer buena, muy buena, con serenidad, sin poder derramar una lágrima, llamó a su hija desde el otro teléfono.
-Ven, necesito tu ayuda.
Cuando llegó encontró a su madre con tres maletas llenas de ropa...la ropa de su padre,ella estaba escribiendo  algo.
Le ayudó a poner las maletas en la puerta del Chalet y no pudo evitar leer la nota que su madre había  dejado 

-"Cuando soy buena soy muy buena, pero cuando soy mala soy mucho mejor"
   Domingo: te quiso Justa.
Fotos de  3 MALETAS ANTIGUAS

MAnTis ReLiGiOSa

Y antes de olvidarte, déjame decirte algo… Aquellos besos que antaño sabían a mar, a agua salada y cristalina ahora lo hacían a estanque, agua contaminada y alcohol.
Tus palabras, que antes acariciaban con mimo mis oídos envolviéndolos en una dulce y deliciosa sinfonía, terminaron por convertirse en silabas encadenadas en un continuo zumbido sin sentido.
Y tu cuerpo, antes venerado en un continuo viaje iniciatico por el placer, acabó convirtiéndose en una fría losa insensible de la que costaba desprenderse.
Esa mirada que ahora eras incapaz de mantener, hasta no hace mucho podía doblegar mi débil voluntad.
Déjame decirte también que dejé de amarte el día que dejé de admirarte, que tus ausencias ya no me duelen y mis heridas ya no sangran.
Tus mentiras ya no me afligen porque todo en ti fue una mentira, la misma que tú vivías sin dejar vivir.
Y antes de olvidarte, déjame decirte que a pesar de todo te sigo amando, y que si esto ha terminado así, ha sido por una mera cuestión de supervivencia. Era la única forma que tenia de olvidarte, dijo mientras depositaba una rosa blanca sobre la tumba de su amante.

Betsy

Conducía lentamente por la carretera. La ruta 66 quedaba detrás de las colinas de la izquierda y comenzaba la nada más árida. Kilómetros y kilómetros de nada seca, polvorienta, bajo un sol implacable y esa luz obstinada que te obliga a deambular con los ojos semicerrados, dejándote una fea mueca de asco. Después Kayenta.
Le dió un buen trago a su cerveza fría mirando en dirección a la nevera portátil que había acomodado en el asiento del copiloto.

-Todavía me quedan tres …¡maldito calor!.

Pequeñas gotas de sudor se descolgaban hacia sus ojos y le obligaban a pasarse la botella fría por su frente y sus mejillas. Después le daba un trago corto, llenándose de espuma el resto de la botella. Sus gruesas gafas negras de pasta hacían sudar el puente de la nariz. La radio ponía viejas canciones de Hank Williams y Patsy Cline. Aflojó su corbata. Sin darse cuenta empezó a cantar las melodías, y eso le hizo sentirse mejor, casi contento. Por un momento olvidó el revólver que le apretaba las costillas.

- I'm going home, i'm going home…

Se acercaba a Kayenta. Necesitaba algo de comida para la cena. Apretó sus bolsillos del pantalón y se acordó de que había salido sin dinero de casa, sólo disponía de unas cuantas monedas.

- Caramba! Espero no tener que usar a Betsy una segunda vez…, pensó mientras sentía la culata de madera en su costado, recordando cuando Margaret se la regaló, en su décimo aniversario de bodas. Poco tiempo después murió, dejándole tan solo…

El Cadillac estaba funcionando perfectamente, haciendo el viaje de vuelta muy confortable, con la suspensión tan alta parecía que iba en un barco. ¡Que buen trabajo había hecho Ron, el viejo mecánico, con este trasto! Lástima que ya no lo vaya a usar más…

- Bueno, quince kilómetros tampoco se puede considerar un viaje largo,¡de joven los hacía en bicicleta sin sentir cansancio! Se dijo con orgullo.

Lo peor era el calor, no lo aguantaba. El calor le trastornaba bastante desde que cumplió los setenta.

- Y esta maldita memoria me falla a menudo, reflexionó en voz alta. Nada peor para un contable que no recordar los números, se quejó lastimosamente.

Entonces escuchó lejano el sonido de una sirena de policía.

- Hum…debe haber jaleo en Kayenta. La úlcera de Bobby debe estar a tope (pensó mientras imaginaba al obeso sheriff resoplando y corriendo de aquí para allá con su natural incompetencia). Al hacerlo se le escapó una tremenda risotada.

Pero a Mike O´Hara se le ensombreció el rostro de inmediato. Percibió que el sonido de la sirena era cada vez más audible. Venía en su dirección. Ya se habían enterado.

- Bueno, y qué?. Se lo merecía. 20 años trabajando para él, llevando la contabilidad de todas sus empresas, ocultando sus chanchullos, sus líos con jovencitas, llevando a su mujer a ver a sus parientes, a sus hijos a los partidos de béisbol. ¡Si era prácticamente su esclavo! gritó enfadado.

¿Cómo pudo decirme eso? Después de tantos años de fiel trabajo me echó a la calle sin ninguna contemplación…
“Lo siento, Mike. Ya no me sirves, eres viejo para esto. Vete a casa. Podrás ir de pesca o hacer lo que te venga en gana” me dijo. Pues vaya que lo hice…

El viejo Mike regresó entonces a casa, sacó a su olvidada Betty del cajón de la cómoda y se dirigió de nuevo hacia la mansión del adinerado señor Flint. Saludó a Loreta cuando cruzó el impresionante umbral y, mecánicamente, sus pasos le llevaron al despacho de Frank.
Mientras caminaba sobre las lujosas alfombras su mente recordaba una frase con inmaculada claridad. Una frase que escuchó en una ocasión:
“Intento descifrar varias incógnitas en la simple ecuación que marca el día.
Y despejo la X”.

martes, 22 de junio de 2010

CoMO Ser FeLiz Sin DeJAR DE Ser MoNA 4

Una explosión de luz sacó a Mona de un profundo sueño. Miró el reloj desconcertada, eran cerca de las 9 de la noche. Había pasado prácticamente todo el día durmiendo, tenia los huesos entumecidos y 2 enormes ojeras coronaban su angelical rostro.
Frente al espejo del ropero, Cristal terminaba de maquillarse su rostro era todo luz y color, mucho color. Un continuo tintineo delataba la fascinación que sentía por la bisutería fina. Unos barrocos pendientes remataban su orejas. Multitud de pulseras con excesivos brillos delimitaban sus depilados brazos, mientras que recargados anillos de todos los tamaños y colores, realzaban unos dedos que antaño se habían dedicado a la agricultura.
Todo en Cristal era excesivo. Su pelo, sus uñas de porcelana pintadas con esmalte y purpurina, su ajustado y escaso vestuario. Mona no podía dejar de mirarla embelesada.

- ¿Cómo me has dejado dormir tanto? Preguntó con timidez.
- Ay mi amor. Las muchachas bellas como nosotras tenemos que cuidarnos, contestó Cristal al tiempo que pasaba su mano por la mejilla de la joven.

No tenía la menor intención, pero para cuando se quiso dar cuenta, Mona estaba en medio de la Gran Vía cogida del brazo de Cristal.
Un fluido rió de gente se cruzaba a su paso, cientos, miles de historias anónimas . La suya era una más, y estaba a punto de comenzar.

Dr:Magenta

PeRDeR Los ReCUeRDoS

Pocos lugares hay más tristes que un hospital. No importa que puedas elegir el menú como en un hotel, que tengas una pantalla plana de televisión o que para subir o bajar la cama debas ser un experto en videojuegos. Son tristes. Es triste su olor, su luz, su silencio. La vida allí discurre lenta multiplicando el valor de cada segundo. El tiempo se mueve a la velocidad que lo hacen las cosas en un mundo con gravedad cero. Y aquí estoy yo, intentando escribir, con la frase de Mo en la mano. Y ahí está él, en la cama, apenas abre los ojos como si no quisiera que los demás vieran su color azul. Azules, yo sé que son azules.

Hace seis meses se olvidó de mí.
- Esta debe ser como la mayor nuestra.- Le dijo riéndose a mi abuela.
Hoy ha olvidado tragar o, como ha dicho el médico, deglutir.
Es como un niño, le llamo chiquitín. Un niño con carácter, con mucho carácter que apura sus días. Y yo parezco una madre riñendo a su hijo: niño no toques esto, niño estate quieto. Al final acabaré imitando a Serrat, niño deja ya de joder con la pelota. Niño traga, niño no te quites la vía, déjate la mascarilla, niño no grites.
- ¿Caramelos?.- No puedes comer caramelos chiquitín.
Hoy he aprendido dos cosas. Por un lado que hay unos polvos espesantes para los líquidos y, por otro, que el futuro no nos pertenece. No podemos elegirlo, creemos que sí, pero nos engañamos. Nos pasamos la vida esperando un mañana que nunca llega y cuando lo hace no se parece a lo esperado. Seguro que él no soñó verse así.
Se llama Joaquín, eso no lo ha olvidado, nació en 1918, en Aguilar del Alfambra, en el mismo lugar que el padre de Vicente Blasco Ibáñez, en ese Teruel olvidado donde la tierra lo es todo. En 1936 fue a la guerra, con los rojos, no lo eligió, le tocó así. Comenzó en la retaguardia, llevando el agua y la munición a los soldados, acabó a las órdenes de Líster. Mejor dicho, acabó volviendo con el bando vencido a un lugar donde el odio, el rencor, la envidia, provocaron más barbaries que la propia guerra.
- ¿Cómo puedes estar orgulloso de haber combatido?.- Me desesperaba.
- Ay! Maña si todos hubieran sido como mi jefe no la hubiéramos perdido.
La guerra, la tierra, el hambre forjaron su carácter rudo.
Los últimos años de su vida, de mi vida desfilan ante mí a cámara lenta, nadie existe alrededor. Sólo yo y los recuerdos. Todo pasa de ser una película a 24 frames por segundo a una de 12 frames por segundo.
Todos los domingos de mi infancia salíamos a pasear, siempre acababa comprándome el dulce con más chocolate de la pastelería. Luego, por la tarde, volvería con un paquete de barquillos después de sus partidas de guiñote. Me enseñó a coger té, romero, poleo, a hacer fardos de espliego para guardar en los armarios, a distinguir la cebada del trigo, de la avena, del centeno. Conocí palabras como pipirigallo o yerma. Aprendí a ordeñar, a cosechar, a regar, a sembrar, a limpiar la cuadra…
- Si estás para ir de fiesta, estás para trabajar.- Decía mientras levantaba las persianas de mi habitación, en verano, a las nueve de la mañana después de haber vuelto a las cinco.
Se queja, quiere agua. Vuelvo al presente. Ya no queda nada de aquel hombre. El tiempo corre ocultándose siempre que puede, omitiendo favores sin recompensa, no quiere que nadie le pida explicaciones. Pasa, se agota, se escapa sin aviso sumando en la piel otra muesca. Para él el ayer se ha convertido en un presente extraño.
Yo, al salir de aquí, volveré a la mi realidad, multiplicaré los frames por dos y meteré el acelerador.

La concha (10 minutos)


Dos conchas, una caracola y una estrella; fui a pescar, y eso es lo que traje. Mi primo con el arpón y dos litros de calimocho en el cuerpo, trajo un ejemplar de catorce kilos de peso. Yo que me había levantado a las cinco y con el alma hundida en una profunda insolación, tuve que resignarme a irme a casa con semejante morralla y no menos envidia. Eso si, la sorpresa de la postal dentro de la concha más grande, no tuvo precio, y tampoco se la enseñé a nadie.
Salva

lunes, 21 de junio de 2010

Se ha ido un hombre honesto, un gran hombre, un escritor . SARAMAGO





Saramago

Me llegó con sobresalto y tristeza la noticia de la muerte de Saramago, un hombre, un escritor al que admiro profundamente, por su coherencia, sus palabras siempre valientes, auténticas, críticas…. como ha sido su vida.
   Sus libros me han llevado a la reflexión, al disfrute… sus palabras caminan  junto a mi…”ensayo sobre la ceguera”, “Todos los nombres”, La caverna” “cain” .. .Todos ellos han sido una revolución del pensamiento y de la escritura.

   Un hombre sencillo, humilde que ha querido  durante toda su vida luchar contra el destino.
Sus palabras:
“Perturbar el orden, corregir el destino, para mejorarlo o para empeorarlo, es igual, lo que hay que hacer es impedir que el destino sea destino"

La última curva

El tiempo pasa lento mientras se quema la tarde, es veintinueve de junio. Podría ser cualquier día de cualquier mes, a partir de cierta edad todos se parecen, todos discurren torpes y deambulan por los años sin tener donde caerse muertos. Pero es veintinueve de junio, no es un día más, es su día más largo.
Ella se acerca a la ventana, mira con aire ausente la calle mientras los recuerdos se agolpan en su mente. Tiene las sienes plateadas y el rostro surcado por profundas arrugas, cada arruga un pesar. Poco queda ya de aquella joven presumida y parlanchina, con el lazo del delantal siempre perfecto, que escondía las cartas bajo su falda cuando jugaba al guiñote. La historia que dibuja hoy su rostro es muy diferente, es una historia de dolor. En su mano abraza la fotografía en blanco y negro de un joven apuesto, recostado en un coche con un cigarro entre los dedos. Es uno más de esos jóvenes que la reconversión industrial obligó a huir de las Cuencas Mineras buscando un futuro, ni mejor ni peor, solo un futuro, algo que no existe en el Teruel profundo. El cierre de la central y el abandono de las minas dejó a la comarca sin vida, envejeció los pueblos. Hace años que las calles respiran tranquilas, ya no se escuchan las risas de los niños y apenas quedan coches que las transiten, solo los gatos pasean ajenos a todo por ellas. Un transeúnte cruza la calzada y la devuelve al presente, le hace apartar la mirada. Baja la vista, mira la foto y la aprieta con fuerza. Ahoga un suspiro pero no llora, no le quedan lágrimas que derramar.
Él la observa con la fría quietud de su mirada, con ese poso de melancolía que el dolor y los malos tiempos dejan en los hombres. Ya no tiene relámpagos en los ojos, ya no es aquel tipo de pelo engominado que volvía locas a las chicas en las verbenas de verano. Los años fueron pasando, curvaron su columna, agrietaron sus manos, quemaron su piel pero no le libraron del lastre que suponen sus pecados. La mira por última vez antes de salir pero no se atreve a decirle nada. No hay palabras que puedan consolarla. Cabizbajo sale a la calle. A paso lento, pensativo, recorre el camino hasta el cementerio. Está cerrado y lo prefiere así. Se sienta en un banco, desde allí se divisa aquella inmensa mole de hierro y cemento en ruinas que en su día fue la central. Deambula por sus recuerdos, atraviesa la sala de máquinas, el comedor, recorre los pasillos hasta llegar al vestuario. Ve su nombre en la taquilla, Sebastián, a su lado el de su hijo. Suspira, saca su pañuelo blanco del bolsillo y seca las lágrimas que recorren su rostro.
Allí, sentado frente al cementerio verá terminar el día buscando una exculpación que nunca llega. Lamenta aquellos días en que el orgullo lo cegó. Pasó sus años jugándose el sueldo entre chato y chato de vino, por eso su hijo compró la casa y se la regaló a su madre. Pero ese no era el único motivo por el que no habían vuelto a cruzar una palabra ni a sentarse juntos a la mesa, no soportaba la idea de que ganara más que él, ni que saliera con una divorciada, ya se sabe como son los pueblos. Y sin embargo, ahora solo desearía recuperar todo ese tiempo malgastado. Aprieta las manos, se cubre el rostro y regresa a casa con el corazón en el bolsillo. Hace una última parada, esa curva, esa maldita curva y aquella última cerveza que su hijo nunca llegó a tomar.

- Ahí delante hay algo.- Dijo el acompañante.
- Yo no veo nada.
- Te digo que ahí delante hay algo parado en medio.

Un coche de la guardia civil, sin luces, de noche, en una carretera oscura, invadiendo el carril. Chirriar de neumáticos al frenar, un volantazo, el impacto y el coche dando vueltas.

- Madre no se vaya, quédese conmigo esta noche.
- Madre deme un poco de agua, tengo sed.

Silencio. Esas serían sus últimas palabras.

domingo, 20 de junio de 2010

La Geisa.(10 minutos)

El espacio era reducido
los muebles casi ausentes
Allí estaba ella
aspirante a Geisa...
ni siquiera sabía el significado de esa palabra
G E I S A........................
Parecía que contenía una música.
En la estancia silencio...
solo interrumpido por el canto de un pájaro.
Semidesnuda comenzó a maquillar su rostro,
con sumo cuidado...
como si decorase una frágil porcelana.
La calandría de nuevo cantó
...el tiempo había pasado.
Su momento estaba a punto de comenzar
Mo

sábado, 19 de junio de 2010

postal (10 minutos)


Gitana mía, te envío esta desde el cuartel. El frío es intenso,los compañeros vienen de todas partes del país y las noches son eternas, solitarias, pero me salvan los momentos en que, bajo la manta áspera de la litera, pienso en ti, en tus cabellos dorados, en tu risa, en tus manos y, sobretodo, en tus besos...
Ay chiquilla! Pronto iré de permiso al pueblo y podré verte y abrazarte y besarte esos besos tuyos.
Se despide tu soldado que lo es.
Manolo

                                                                      Mar

viernes, 18 de junio de 2010

LOLO.(10Minutos)

Mira el pajarito,le decia Inès a su perro,que a la vez la miraba como idiotizado.Asì una y otra vez,sin conseguirlo.Ella saliò muy mona en todas,èl no colaborò tanto pero saliò natural.Inès vivìa sola y se enamorò de èl nada màs verlo,en aquel mercadillo,donde lo ofrecian por un mòdico precioAhora era grande y fuerte,los dos estaban contentos y disfrutaban de su mutua compañia.Todos los dias lo sacaba varias veces,la ùltima cuando llegaba de trabajar por la noche,el siempre la esperaba contento.Era el perro màs guapo del vecindario,llamaba mucho la atenciòn y la gente se acercaba apara acariciarlo,de esta forma conociò Inès a Manel,su nuevo amigo.
Xlo

LaGRiMa eN SePiA (10Minutos)

 
- No te entiendo papa, dijo Isabel al tiempo que arropaba con mimo a su padre en la cama.
- La caja metálica, dentro del armario, insistía el octogenario.

Isabel seguía sin entender lo que el anciano ya moribundo le intentaba explicar.
- El armario, dentro del armario, repetía una y otra vez
Isabel comenzó a revolver en el interior del viejo ropero intentando cumplir la que probablemente fuese la última voluntad de su predecesor.
- La caja, repetía el anciano ya casi sin aliento mientras su hija no cesaba de buscar. Finalmente encontró una vieja caja metálica ya oxidada por el paso de los años, detrás de un ajado juego de sabanas que olía a rancio. Al depositarla sobre los pies de la cama a su padre se le ilumino el rostro.
- Ábrela, dijo.
Isabel abrió la caja de la que rebosaban multitud de amarillentos documentos y viejas cartas.
- La tapa ábrela, insistía el anciano.
Isabel, nerviosa vació el contenido de la añorada caja sobre la colcha de ganchillo, al hacerlo reparó en que en el fondo de la misma escondía un doble fondo. Mientras Miguel insistía, ya sin poder hablar, con la mirada fija en aquel doble fondo que su hija, nerviosa se apresuró a levantar. Al hacerlo, un viejo sobre cayó entre sus manos. Isabel lo abrió nerviosa atendiendo las suplicas de su padre. Una vieja fotografía de estudio en un ya deteriorado color sepia, en la que se podía ver a un apuesto joven sujetando un ramo de flores era su único contenido. Al darle la vuelta Isabel reparó en que esta tenia algo escrito con señorial caligrafía.

Siempre te amaré
Bajo tan contundente mensaje, tan solo una rubrica.
Federico, Madrid 1931

Contrariada, Isabel entrego la fotografía a su padre al tiempo que de los ojos de este se derramaba una lagrima, una lagrima en sepia.

Dr. Magenta

DisPeRSoS eN EL DoRaDO

Un jueves más, el grupo que formamos Tertulia dispersa nos reunimos en El Dorado, nuestro punto de encuentro.
Allí entre cerveza y cerveza, leemos los textos que colgamos en nuestro blog y sobretodo nos dispersamos oralmente hablando y comentando nuestros trabajos. Hace un par de semanas decidimos creas una nueva sección el blog “10Minutos”. Una sección en la que a partir de una frase, un objeto escogido al azar o una fotografía como en el caso de ayer, tenemos que escribir allí mismo una pequeña historia. Para ello disponemos de 10 minutos. Un ejercicio interesante a la par que divertido que queremos compartir con vosotros. Nunca le podré agradecer lo suficiente a mi querida monstrua, el haberme un día invitado a participar en este tertulia en la que aunque entré por la puerta de atrás y con la película ya empezada, me siento totalmente integrado. Aquel proyecto de blog que comenzó con inseguridad y cierta timidez, es ahora una realidad. Una realidad viva, viva y activa en la que no cesamos de invitaros a participar.
Pero por encima de las palabras están los seres humanos, y si de algo me alegro es de la oportunidad de haber conocido en este pequeño aunque intenso foro a gente muy especial con la que poder compartir tan buenos momentos en nuestro particular refugio tertuliano, el siempre acogedor Dorado, donde siempre nos hacen sentir muy cómodos.

jueves, 17 de junio de 2010

Josefina Riera Bueno tenía una hija

Josefina Riera Bueno tenía una hija. Se llamaba Josefina, como ella. También tenía un marido, aunque no sabía dónde estaba. Joaquín Calatayud Bas. Republicano. Retenido en un campo de concentración francés. Innombrable.

Recibía regularmente cartas desde el campo. Cartas escritas con letras distintas, pero todas ellas encabezadas con “Arriba España”” o “Gloria a nuestro Generalísimo” o cosas así.
Un día ya no recibió más cartas desde Francia. Alguien le dijo que Joaquín estaba en Alemania, en otro campo de concentración. Desaparecido.

Josefina no podía llorar. Josefina, la niña volvía de la escuela y, encaramada a una sillita de enea, hacía la comida para ella y su madre. Josefina, la madre, trabajaba en la fábrica de telares de Burjassot, el pueblo donde su abuelo fue alcalde, el pueblo donde conoció a Joaquín, el pueblo de donde tuvo que huir por “roja” una oscura noche metiendo a su hija por la ventanilla de un tren que iba para Valencia para salvarse de las denuncias de sus vecinos.

En Valencia, Josefina se refugió en casa de su hermana, casada con un médico de bien, de derechas, pero que se encariñó con la “xiqueta” y que se ocupó de ellas con generosidad. Josefina, la madre, y Josefina, la “xiqueta” vivieron en la plaza Santa Cruz, junto a la iglesia del Carmen, en un piso enorme con jardín interior y servicio doméstico. Fueron tiempos de bienestar.

De Alemania llegó, al cabo del tiempo, otra carta. Le decían que su marido había muerto. Josefina lloró. Lloró muchos días seguidos. Y después salió a la vida. Por Josefina, su hija, que no llegó a conocer a su padre. Y por Joaquín, un buen hombre, que ardía en deseos de saber cosas en sus cartas de su preciosa niña y de su mujer, tan lejos, tan solas, tan fuerte la madre y tan frágil la hija.
Madre fuerte que protegía a su hija con su cuerpo contra la tierra cuando los aviones bombardeaban los campos donde salían con las vecinas a celebrar la vida. Miedo al vuelo rasante, alegría de estar vivas, emociones básicas.

Josefina la madre nunca se volvió a casar. Era una viuda joven, fuerte, trabajadora. No olvidó a su buen hombre. No quiso a otro. Sólo quería el bienestar de su hija, sólo vivió para ella. Se lo dio todo. Vivió junto a ella su boda, el nacimiento de sus cuatro nietos, tuvo tiempo de ver dos bisnietos, el cambio del país, la muerte del dictador, la paga vitalicia que le dio Alemania por dar muerte a su marido, la llegada de la democracia, el seiscientos, el chalet con piscina, la modernidad…

Josefina murió plácidamente, en su cama, abrazada por su nieta menor que le susurraba al oído cuánto la quería….

Y colorin colorado...



Casi todos los cuentos terminan bien y este no va a ser una excepción...los cuentos ya sabemos...son cuentos y no sé por qué esa expresión "eso serán cuentos Chinos" quizá fue allí donde empezaron con la historia de este niño del que os voy a hablar.
     Hace tantos años , que nadie recuerda en que época ocurrió aunque se sabe que  Chin era un niño especial, desde el día que nació.
Todos se sintieron preocupados..en aquella época creían en los signos y eso les asustaba pues siempre se hablaba de signos porteadores de malos augurios.
     Pasaron algunos años...la familia se había acostumbrado a ver la piel de su niño y sabían que nada malo iba a traerles, era diferente si, tan diferente que todos querían estar junto a él .
   Acudían de otros pueblos a visitarle y así fue creciendo ,rodeado de personas curiosas que le miraban con ojos de asombro, le tomaban de las manos,le acariciaban,era inevitable para todos aquellos que le visitaban se acercasen a él  y le mostrasen su amor.
Chin creció rodeado de amor.
     Su abuela era la única que conocía el secreto ya que ella también era especial, cada noche le contaba una historia pero esa noche como era su quinto cumpleaños quería contarle la historia-mágica de Liu.

- hace mucho mucho tiempo, tanto que no se puede ni recordar, nació una niña , Por todo su cuerpo, le recorría un caminito de pequeñas pecas desde el corazón a la punta del pie
También a ella iban a visitarla desde muchos lugares y había crecido rodeada de amor..
 le ocurría algo muy especial...por la noche sus pequitas se convertían en un camino de colores que recorría su cuerpo.
¿y sabes Chin?
-le dijo su abuela
-¿qué  cuentame qué pasó? insistió su nieto...
-Esta noche, cuando te duermas vas a conocer el secreto de liu
La abuela le dio un gran abrazo y le deseó dulces sueños arropándolo con una suave tela de color azul.
Esa noche Chin  no  podía dormirse, se envolvió más y más con la suavidad de la seda azul...,tanto que... cubrió incluso su cabeza 
  Y sin saber como ni cuando pues no lo recuerda...apareció ella Liu , la niña del cuento.
-¿no te has dado cuenta ? le dijo
--¿no te has mirado?
-¿qué? no sé a qué te refieres
-Mira mira insistió Liu
Chin aún tapado , envuelto totalmente de azul suave,...comenzó a ver...algo  le sorprendió.

Su cuerpo era un universo como el de Liu...todas las pecas que recorrían su cuerpo  eran en realidad un camino de maravillosas estrellas que brillaban  cambiando de color...
-Si, pensó Chin:  todos somos especiales, todos somos diferentes como las estrellas....y continuó  durmiendo...
A la mañana siguiente Liu......
yyyyyyyyyyyyyyyyyyyy.......
Esta historia continua, continua y continua... pero no te cuento más ,todo existe , todo es posible...  la magia está en la imaginación.... 
  Y colorin colorado este cuento , aún no se ha terminado.