jueves, 25 de noviembre de 2010

Personaje: Exestrella del porno, Lugar: Locutorio, Personaje 2: Seminarista, Objeto: Máquina de escribir.


Juan Bartolomé Soriano Cáceres, o “Culebra” como solían llamarle en el celuloide, era una estrella del cine porno de capa caída. Se encontraba en la habitación de su casa realizando unos ejercicios para fomentar la musculación del miembro viril, y mejorar la circulación sanguínea. Había tenido ya unos cuantos episodios de flaccidez rotunda, y hacía años que no le contrataban para ninguna película. Culebra se encontraba de pie, con las piernas separadas y las rodillas flexionadas para que el peso que se había colocado en el pene colgara-estirara de él, incitándolo a crecer y mantenerlo fuerte y vigoroso. Culebra no contaba con medios, así que para tales ejercicios se valía de una vieja máquina de escribir, que cuidadosamente ataba al glande de su pene. Al terminar sus ejercicios, bajó al locutorio de la esquina, en busca de empleo.
Adolfo, un joven seminarista que estaba completando su formación en el monasterio de San Anselmo, se encontraba en un locutorio desde el cual tuvo acceso a internet, y vio un anuncio de un actor llamado culebra. Adolfo necesitaba un protagonista para grabar un pequeño teatrillo musical que tenían organizado para la despedida del Abad.
Ambos hablaron, más bien intercambiaron monosílabos por el chat. Adolfo le habló de un trabajito en el monasterio y aparte de eso, Culebra no entendió mucho más salvo que todo tenía que ser muy discreto y que nadie debía saberlo. Culebra, curtido ya en mil batallas con sables y tijeras, concluyó rotundamente que el empleo que le ofrecían debía ser de chapero y no de otra índole. De modo que una vez la conversación hubo terminado fue a alquilar su disfraz de monje tal como Adolfo se lo había indicado y después, se fue a casa a continuar sus ejercicios.
Llegó el día, y contratista y contratado se vieron en los jardines del monasterio, Adolfo le dijo que le ayudara a subir unos bultos a su alcoba antes de empezar con el trabajo. Culebra asintió y ambos subieron hasta la espartana habitación de Adolfo, donde pararon y este le dijo que esperara un rato pues quería asegurarse de que el abad no les hubiera visto. Al salir de la habitación Culebra miró a su alrededor, y vio una máquina de escribir Fortuna, modelo c.1928. Inmediatamente sintió un endurecimiento de su virilidad; una lágrima resbaló en su mejilla, y raudo dijo en voz alta:
-Habrá que hacer estiramientos.
Se levantó los refajos y se bajó los pantalones.
Adolfo no tardó en venir y entrar como una exhalación, en las manos traía el guión del teatrillo. Quedó turbado ante semejante imagen, un hombre musculoso y sudoroso por el esfuerzo de subir los bártulos, que sujetaba su máquina de escribir y le colgaba un miembro que bien podía pertenecer a otra raza. Culebra le lanzó una mirada de auto satisfacción-provocación, y Adolfo sin poder apartar la vista, arrojó los guiones a un lado y gritó:
-¡Qué demonios!

6 comentarios:

Anónimo dijo...

creativa, imaginativa,llena de humor.
Mo

Dr.Magenta dijo...

muy buena pablo, jajaja
El culebra deberia ir a vivir a la pension de tia Lita, hay que ficharlo, bueno a el y a la maquina de escribir claro...

Pablo dijo...

jajajajaja no es mala idea no.

Pablo dijo...

Gracias a los 2, tenía muchas dudas de si iba aresultar realmente cómica, desde luego esa era la intención.

Unknown dijo...

hola sobri, desde luego lo que ha inventado el culebra es otra manera de escribir a maquina

Pablo dijo...

Jajajaja. Hola tia! gracias por comentar!! Madre mía que vergüenza que hayas leído este texto jajajaja. Sigue participando!!!