Nerviosa, la tía Lita rebuscaba entre las docenas de juegos de llaves que llevaba en la mano, mientras un hombre vestido de militar no dejaba de golpear a la puerta al tiempo de decía:
- Mi coronel, abra… abra mi coronel…
Fueron minutos de caos y confusión. Mona escondida tras una columna observaba lo que allí sucedía mientras Cristal no cesaba de pegar gritos enloquecidos.
Finalmente la puerta se abrió, descubriendo una esperpéntica escena. Una joven prostituta nigeriana, vestida de uniforme y con un arnés consolador colocado en su cintura, no cesaba de gritar como una posesa, en una curiosa mezcla de idiomas apenas ininteligible, mientras empuñaba en su mano derecha una pistola apuntando hacia el techo del que se descolgaba una vieja lámpara victima del fortuito disparo.
Frente a ella y atado a la cama, el coronel Marquina lucia un llamativo conjunto de ropa interior femenino con bonitos encajes y un enorme lazo rosa que le tapaba la boca, al tiempo que no dejaba de moverse compulsivamente sobre la cama.
- Mi coronel, dijo el militar mientras le quitaba el lazo de la boca.
- El arma, quítele el arma dijo el coronel….
- Rápidamente el militar se dispuso a desarmar a la joven que rauda acudió desconsolada a refugiarse en los brazos de su amiga Cristal.
- Vaya con el coronel, dijo entre dientes Cristal al notar entre su piernas al grosor del arnés consolador.
- El arma, el arma, salgan todos de aquí o me pongo a dar tiros, no cesaba de gritar el coronel…
- Le dije que me diera el arma sin munición Perales, se le va a caer el pelo, me cago en toooooo…
Doc
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