Un día más, entro con paso firme en el taller dispuesto a finiquitar de una vez la desidia que desde hace meses, años, arrastro con la pintura.
Dispongo los diferentes colores alrededor de mi vieja paleta, y sin apenas mirra coloco un lienzo sobre el caballete. No puedo evitar perder la mirada en la blanca inmensidad del cuadro.
Inquieto, comienzo a mezclar colores para luego de espontánea manera, comenzar a manchar sobre la tela, con prudencia primero y de caótica forma después.
Arrastro mi angustia a golpe de seca pincelada, con firmeza, sin absurdas dudas, sin criterio, sin fin.
Consciente de mis limitaciones como pintor, me atengo a seguir manchando el lienzo, cubriéndolo en su totalidad sin dejar espacio para que este transpire, sin espacio para la luz. La caótica mezcla de colores, genera o mejor degenera en negro. Un negro ciego, intenso, poderoso y codicioso que se dispersa con orgullo por el lienzo.
Intento rescatar la luz, hurgo en busca de colores ahora perdidos pero una irrefrenable fuerza me lleva a volver a cubrirlos en cuanto el más mínimo resquicio de luz empieza a asomar.
Creo nuevas texturas y soportes con afán creativo digo justificándome cuando en realidad se trata de un desesperado intento por librarme de cualquier indicio, por pequeño que este sea, de luz.
Extiendo la pintura con violencia, en busca de una forma, de un dibujo escondido entre tanta oscuridad, que me devuelva la vida, el color.
Insisto, me ensucio las manos, mi bata, pero no, no hay color, no hay luz, no hay nada……
Dispongo los diferentes colores alrededor de mi vieja paleta, y sin apenas mirra coloco un lienzo sobre el caballete. No puedo evitar perder la mirada en la blanca inmensidad del cuadro.
Inquieto, comienzo a mezclar colores para luego de espontánea manera, comenzar a manchar sobre la tela, con prudencia primero y de caótica forma después.
Arrastro mi angustia a golpe de seca pincelada, con firmeza, sin absurdas dudas, sin criterio, sin fin.
Consciente de mis limitaciones como pintor, me atengo a seguir manchando el lienzo, cubriéndolo en su totalidad sin dejar espacio para que este transpire, sin espacio para la luz. La caótica mezcla de colores, genera o mejor degenera en negro. Un negro ciego, intenso, poderoso y codicioso que se dispersa con orgullo por el lienzo.
Intento rescatar la luz, hurgo en busca de colores ahora perdidos pero una irrefrenable fuerza me lleva a volver a cubrirlos en cuanto el más mínimo resquicio de luz empieza a asomar.
Creo nuevas texturas y soportes con afán creativo digo justificándome cuando en realidad se trata de un desesperado intento por librarme de cualquier indicio, por pequeño que este sea, de luz.
Extiendo la pintura con violencia, en busca de una forma, de un dibujo escondido entre tanta oscuridad, que me devuelva la vida, el color.
Insisto, me ensucio las manos, mi bata, pero no, no hay color, no hay luz, no hay nada……
1 comentario:
no puede escaparse nadie de uno mismo, al menos en el arte no caben los fingidores o así tendría que ser.
Publicar un comentario