sábado, 8 de mayo de 2010

Volver


No me hizo falta abrir los ojos para darme cuenta de que de nuevo estaba en casa. Mis músculos, todavía entumecidos después de reposar durante tanto tiempo en una cama articulada de hospital, ahora descansaban sobre el viejo colchón de mi dormitorio. Una cama que siempre me resistí a cambiar por un nuevo colchón de látex. Había tardado media vida en darle forma, y cuando al fin lo había conseguido, no tenia intención de abandonarlo a mejor suerte. Pude reconocer con agrado aquel impertinente muelle que siempre acababa haciéndose fuerte en la parte inferior de mi columna.
Arropado con mimo por aquel juego de sabanas, cuyo tacto y sobretodo aroma me resultaba tan familiar, todo un superviviente del marital ajuar que a pesar de sus demacrados y roídos colores y de ese tacto envejecido, casi nulo por el paso de los años, me arropaba con ternura mientras los últimos rayos de sol del día asomaban con timidez a través de la persiana, de mi ventana.
Esa ventana, antaño testigo mudo de tantos y tan entrañables recuerdos, ahora permanecía medio cerrada, en permanente ausencia.
Levanté la vista y allí estaban, libros, colecciones incompletas, colecciones de nada. Objetos colocados en ordenado desorden que de caótica manera se apilaban sobre los estantes y que a duras penas conseguían desviar la atención y conseguir lo imposible, que aquel rancio papel pintado pasase inadvertido. Una ardua tarea en la que colaboraban un par de posters de revista musical para adolescentes de los 80.
El viaje había sido tan largo y estaba tan cansado que difícilmente conseguía mantener los ojos abiertos.
Un leve murmullo, cúmulo de voces extrañas inundaba mi dormitorio. Ajeno a todos ellos, solo el ligero chirrido de la puerta consiguió sacarme de mi ausencia. Aquellos descarados rayos de luz me impedían ver con nitidez, noté como unos pasos se acercaban a mi cama, mientras alguien me cogia la mano.
- Mamaaaa, dije yo sin apenas escucharme.
Aquella mano, aquella piel me resultaba ajena.
Mamaaa, repetí esta vez sin mover los labios al tiempo que una nube de llanto contenido inundaba la habitación y sentí como esa mano ajena se iba soltando de la mía al tiempo que me cerraba los ojos.
Estoy tan cansado…..

2 comentarios:

TERTULIADISPERSA dijo...

menudos días llevamos....
vamos de hospital en hospital, al menos los jueves volvemos a sentirnos vivos

Dr.Magenta dijo...

Y tan vivos, como el que el jueves pasado un poco mas y acabamos cenando en el dorado.