Chica joven, veintipocos; rubia con los ojos color miel, desnuda de cintura para arriba y… tendida boca arriba en la oscuridad.
Estaba en mi casa coqueteando con una botella de bourbon cuando me llamaron. Cogí mi arma, mi placa, la vieja gabardina y por supuesto; los cigarrillos. Llegué a la escena del crimen tarde, como solía ser habitual. Aguanté los gritos del jefe mientras me arrancaba el pitillo de la boca, y cogí el café que me ofrecieron, en un vaso de cartón. -Maldita sea, que bueno estaba ese cigarrillo.
Me acerqué al cuerpo con mucho cuidado de no contaminar la escena, tal como me gritaba el jefe desde el otro lado del callejón. Aquello parecía un after, con tantos flases de curiosos y policías científicos; que no paraban de cegarme. Sin soltar aquel café infecto, me acuclillé junto a aquella chica sin percatarme de que mi gabardina se estaba metiendo en un charco. En su bolso encontré cerca de doscientos dólares, una barra de labios, muchos condones y ninguna identificación. No tenía signos de haber sido violada ni golpeada, y tan solo encontré un orificio de bala en su sien. Su blusa, o camiseta, o short, –(¿Por qué tiene que ser tan complicada la ropa de las mujeres?) o lo que fuera que llevase, no estaba por allí cerca. Tal vez esa fuera la clave, pero de momento nada. De cintura para abajo llevaba una minifalda y unas medias de rejilla parcialmente rotas. Sus botas estaban cerradas con un imperdible, y una de las hebillas pegada con pegamento. Le aparté el pelo con el boli, no cabía la menor duda, aquella chica era preciosa y seguramente prostituta.
Me aparté un poco de la chica mientras me terminaba el café, y notaba como me venía ese dolor de cabeza que acompaña a la prematura resaca. Entre un par de eructos y dolores de acidez en el estómago pensé en ella, y en cómo el robo no parecía ser el móvil. Tampoco parecía un calentón de bragueta. Tal vez un ajuste de cuentas o peor aún… un asesino en serie. Mis compañeros murmuraban entre sí: -(una prostituta muerta… a quién le importa). La policía es vaga, y lo único que querían era darle carpetazo al asunto para poder volver con sus amantes.
En ese momento llegó la orden del juez para levantar el cadáver, los otros polis se dirigieron a sus coches y yo fui junto a ella para echar un último vistazo. Los del departamento forense la pusieron de lado para meterla en la bolsa y entonces, sorpresa. La suave piel de la espalda de aquella chica tenia escrito a cuchillo: muelle 12. En ese momento mi jefe llegó corriendo y dijo:
-Han encontrado otro cuerpo en el puerto.
-No me lo diga jefe, es otra chica parecida a esta y está en el muelle 12.
-Si, ¿Cómo lo sabes?
Me puse en pie y encendí un cigarrillo; iba a ser una noche larga.
2 comentarios:
Y luego dice que no se le da bien esto de internet, si ha formateado hasta el texto con inserción de foto y todo.... ahora no tienes excusa.
Ya te digo, que orgulloso he salido tras publicar estas cosillas, jeje. Para ser mi primera vez no está mal.
Salva.
Publicar un comentario