jueves, 8 de julio de 2010

SODA CÁUSTICA



1451. Peter Schöeffer concentró su atención en el papel que sostenía entre las manos. Era de una calidad inmejorable, con la justa proporción entre las telas, la celulosa y el agua. Convenientemente blanqueado con soda cáustica, la densidad de su gramaje le hacía idóneo para la imprenta que su jefe había inventado a partir de una vieja prensa de uvas y unos tipos móviles de plomo más resistentes que los de madera, sin lugar a dudas.
Parecía que, al fin, los recelos de Johannes con respecto de su invento se habían esfumado y podían dedicarse por entero a la edición de la “Biblia de las 42 líneas”. El viejo Johannes colocaba él mismo los tipos de cada página, entintaba y después ponía esa maravilla de papel que les había traído de España, de donde se comentaba que esta técnica de impresión ya estaba siendo utilizada, así como en Bélgica, Italia y otros lugares de Europa. Desde luego había que reconocerle al viejo que, gracias a su actividad secreta, al utilizar el plomo en lugar de la madera u otros metales menos resistentes, se había convertido en el inventor de la imprenta moderna. Pero tal vez esos recelos le habían trastornado un poco…
-¡Peter, Peter, mira la composición de la primera página!. No quiero que haya ningún fallo. En cuanto la tenga voy a llamar a esa rata de Fust para que vea donde ha ido a parar su dinero.
-Creo que no se ha cometido ningún fallo, señor. El hueco para iluminar la primera letra inicial mayúscula se ha acotado y el texto no tiene ninguna falta de ortografía. Los márgenes se respetan a ambos lados y también arriba y abajo. Ha respetado las 42 líneas en cada columna que compone la página…en resumen, creo que está bien, señor.
- Muy bien, muy bien – respondió el viejo mientras caminaba de un lado a otro del taller- prosigamos, joven Peter, prosigamos.
Así transcurrían los días en el taller de Gutemberg en Maguncia, días llenos de trabajo y de temores. A Johannes le aterraba que alguien conociera su descubrimiento y le arrebatase toda la gloria que le correspondía. A él, sólo a él y a nadie más. Durante aquel año que fue el empleado del viejo, Peter aprendió todo lo referente a la impresión y también a la edición de libros, gracias a la sagacidad del depredador de Johann Fust, el que prestó el dinero al señor Johannes para financiar su empresa.
Al año siguiente, el jefe presentó la Biblia de Gutemberg debidamente acabada, las iniciales iluminadas a mano por un experto profesional y rubricada a mano después de impresa. Una primera obra que dio paso a 158 ejemplares en los tres siguientes años y a la ruina económica de Gutemberg, quien finalmente vio realizados sus más íntimos temores al tener que pagar una considerable deuda contraída con Fust con la entrega de su maravilloso invento.
Lo que el viejo Johannes ignoraba es que Peter, su empleado fiel, había contraído matrimonio con Christine Fust, convirtiéndose en yerno del hombre que le arrebató su razón de vivir y su prestigio profesional.
-Lo mejor de todo es que yo gané todo lo que él perdió… ¡Pobre viejo!- De su boca salió una  mueca torcida cargada de maldad.
Años después y, tras intentos de reanudar su actividad impresora, el viejo Johannes moría en la más absoluta pobreza, aunque consiguió que la Historia le reconociera como el inventor de la imprenta de tipos móviles que daría paso a la edición de libros tal y como ahora la conocemos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante mar,me ha gustado.
Besos desde el mar a Mar.

mo

Pablo dijo...

Me ha gustado mucho creo que está bien hilado, yo diría que es más un artículo periodístico que un cuento, tampoco lo llamaría relato, creo yo vamos. Interesante, nuevos estilos.

Anónimo dijo...

A mi si me parce un relato, donde se hilan muy bien realidad y ficción, y los tiempos se manejan magistralmente ¿Has publicado más cosas Mar?