Amparin, siguió las indicaciones de su madre, y se dedicó a impostar durante la velada una ortopédica sonrisa a todos los invitados que aquella noche se encontraban en el paseo marítimo. El Ayuntamiento no rearaba en gastos, solo era cuestión de aumentar las contribuciones y la ocasión lo merecía.
Como final de fiesta, media docena de correfocs se hicieron paso entre los asistentes que, poco acostumbrados a este tipo de espectáculos, huyeron despavoridos con la presencia de los primeros cohetes. Todos menos Amparin, que impasible continuaba saludando con una mueca de horror disimulada por su eterna sonrisa.
Eran muchas las esperanzas que la fallera había depositado en aquella noche. Aquella velada, aquellos invitados, podían hacerla llegar muy lejos. Y así fue, cuando en plena orgía de fuego y petardos, un inoportuno cohete terminó enganchándose en uno de los moños de su peinado, provocando que Amparin se elevara con el, hasta perderse, cual estrella fugaz en la noche de Denia.
Mientras ascendía, siempre sin dejar de perder su sonrisa, los allí presentes pudieron escuchar resonando en la oscuridad de la noche, sus últimas palabras:
“Hasta el infinito y mucho más”
Dr.Magenta
3 comentarios:
decididamente este año voy a ser fallera¡¡quiero ir a la luna!!!!!!
Mo
Entre el realismo mágico sudamericano y el surrealismo cutre valenciano apenas hay un universo...Jajajaja, muy bueno doc!
surrealismo horchatero, o surrealismo fallero, ese me gusta mas... gracias chicos
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