Mi nombre es Yade, soy un varón de la especie de los Draso. Nuestro aspecto es muy similar al vuestro, cabello negro, un tono más azulado en la piel, unos ojos amarillos de color muy vivo que a algunos os podrían parecer temible, pero no a ella, no a mi pareja, no a Clara. Ella es una mujer humana, pelo rubio, ojos azules, metro sesenta... Tengo miedo, hay algo en los Draso que no sé si Clara lo aceptará. Ella siempre supo de la existencia del Cal´Ter, aunque pensaba que yo ya lo había pasado. Que cara me puso cuando se lo dije...
Existe una gran diferencia entre nuestras especies, los humanos pertenecéis siempre a un único sexo, los Draso no. Nosotros tenemos una edad, en la que yo me encuentro, en la que experimentamos una transformación radical, aunque temporal. El Cal´Ter. Es lo que se podría llamar el último paso de nuestra adolescencia. A mi edad, el equivalente a los 25 años humanos, mi cuerpo entra en fase de crisálida y cambia de sexo. El proceso es suave y placentero, ya que cuando no estamos dormidos, que es durante casi todo el proceso, nuestro cuerpo segrega tal cantidad de opiáceos endógenos, que nunca llegamos a sentir dolor. El proceso como he dicho antes, no será permanente, durará un año y después volveré a ser crisálida para ser otra vez varón. Mientras dure este año, viviré como hembra Draso, con un aspecto totalmente femenino. Nuestra capacidad reproductora no es funcional durante ese año, pero por lo demás seré una mujer. He pensado en conservar mi nombre. Algunos se lo cambian, yo no. Quiero conservar mi identidad y además, quiero que Clara lo tenga claro.
Ahora mismo estoy sonriendo, porque me acuerdo de cuando mis primos pasaron el Cal´Ter, es decir, mi prima y su novio. Lo pasaron al mismo tiempo, así que durante un año ella fue él y él fue ella. Qué bien se lo pasaron… Este es un momento de júbilo y festejo en mi pueblo. Cuando un Draso vive su Cal´Ter, recibe subvenciones por parte del gobierno, excedencias laborales, permisos. Se nos alienta desde pequeños a pasar estos días con alegría, experimentando durante un año lo que es ser diferente. A vivirlo como un regalo de la naturaleza, que solo se recibe una vez en la vida. Y por qué no decirlo, a vivirlo con lujuria.
Esta mañana nos hemos ido de compras Clara y yo. Le dije que no era necesario pero ella opina que voy a necesitar ropa nueva para este año que empiezo. Al entrar en la primera tienda, Clara me pregunta si tengo claro el asunto de las tallas. Saco mi pantalla del bolsillo y accedo al correo, donde está el mensaje de mi hermana. En él me explica el tipo de transición que han tenido los varones de nuestra familia. Clara lo lee con el entrecejo encogido, los ojos apretados y la boca abierta. Me despierta una tierna sonrisa, y decido darle tiempo para que lo lea. Me doy una vuelta por la sección de lencería y le compro un tanga de encaje negro para que se lo ponga esta noche para mí. Al cabo de un rato vuelve y señalando en la pantalla me dice:
-A ver si me aclaro… Estas son tus medidas ¿Cierto? Quiero decir que serán tus medidas ¿No?
-Si cariño.
-Vale. Pues son casi idénticas a las mías. De hecho vas a tener más tetas que yo.
-Ya lo se cielo. –Le digo mientras la agarro suavemente de la cintura.
-Entonces no necesitas ropa, puedes usar la mía al principio, y luego ya te compraras lo que tú quieras.
-¡Muy bien! Me alegro de que lo hayas entendido, ¿Nos vamos ya?
-Oye ¿que llevas ahí?
-Nada, un regalito.
Ella asiente con la cabeza y me manda una sonrisa a modo de entendimiento-aprobación, mientras su entrecejo aún está intentando asimilar el resto. Salimos de la tienda y nos dirigimos a una cafetería.
Al conocer a vuestra raza, los Draso observamos mucha hostilidad entre vuestros sexos. Algo que llamáis sexismo, y que en la historia de los Draso existe solo como un vestigio que nunca ha tenido gran relevancia. De vosotros aprendimos la importancia que el Cal´Ter ha tenido en nuestra historia. Supongo que nos ha dado la oportunidad, de saber cómo se ve la vida desde el otro lado, y nos ha hecho más comprensivos, de lo que jamás hubiéramos pensado de no haberos conocido. La separación de vuestros sexos os ha traído diferencias educativas, dificultades de comunicación, de respeto, etc. No es que nosotros no las hayamos tenido, es simplemente, que no han marcado tanto nuestra evolución como pueblo. Siempre hemos tenido líderes femeninos al igual que masculinos. Siempre hemos ensalzado la belleza masculina tanto como la femenina, y la inteligencia femenina tanto como la masculina. No sé, nuestra transición, ha sido más suave. Creo que el conocernos, vuestra especie y la nuestra, ha sido muy beneficioso para los humanos. Las tensiones entre vuestros sexos, dicen vuestros sociólogos y psicólogos, se han suavizado estas últimas décadas, más que en todo el siglo anterior.
-Yade, vamos a ver… Entonces seguiremos viviendo juntos, durmiendo juntos, y llevando una relación de pareja aunque tú serás físicamente una mujer.
-Desde luego esa es mi intención. De todas formas debes de tomar la decisión por ti misma.
Clara volvió a juntar el entrecejo, levantó con fuerza una ceja y se bebió de un trago la taza de café.
-Oye voy a pedir un poco de agua, ¿tú no tienes sed?
Le contesté con una sonrisa.
-Clara, para los Draso esto es algo muy natural, quiero decir que el amor va más allá del plano físico. La persona que vas a tener a tu lado durante este año va a ser la misma que tienes delante en este momento, mis sentimientos van a ser los mismos y ya verás como los tuyos también.
Suspiró hondo y dijo:
-Mira que he leído acerca de vuestras peculiaridades sexuales, pero claro, no es lo mismo cuando te toca vivirlo.
Me agarró la mano y me sonrió con las cejas por fin relajadas y continuó:
-Vale, pero no me robes el maquillaje.
Y nuestras sonrisas se besaron.
Nunca olvidaré cuando mi hermana pasó el Cal´Ter, le apareció un pene mayor que el mío, de hecho era de envidiables dimensiones. Durante ese año tuvo tantas relaciones que ni ella misma era capaz de acordarse de todas, solamente con hembras, tanto Draso como humanas. Siempre me decía:
-Yade, es que yo con este pene me siento como si tuviera cinco miembros, y claro, le tengo que dar utilidad, que no lo voy a tener siempre.
Que envidia me daba y cómo nos pudimos reir ese año.
Clara y yo hemos hecho los preparativos para mi transformación. La habitación que hace las veces de lavandería, cuarto de planchar y trastero, la hemos vaciado y allí me he tumbado yo, a iniciar mis secreciones, que poco a poco irán creando una cápsula que rodeará mi cuerpo de forma oval. Unos dos metros de largo por uno de ancho. Mientras creaba la cápsula, Clara reconfiguró la pantalla interactiva de esa habitación, ya que era la única que nunca habíamos usado, y en ella pude ver algunos noticiarios y documentales en los que se hablaba del tercer sexo del ser humano: los transexuales. A día de hoy, año 2.097, el comportamiento homosexual está totalmente aceptado e integrado en la sociedad, pero no como a principios de este siglo, época en la que las personas los toleraban por miedo a ser tildados de cerriles. No, hoy en día se les comprende. Parece que aquella sentencia de 1973 por fin ha tenido eco. Los transexuales tardaron más en encontrar su lugar de aceptación, y la aparición de los Draso, decía el documental, había tenido mucho que ver en esa aceptación. En ese momento Clara se plantó delante de la puerta, me lanzó una sonrisa y pasó de largo. Respiré hondo y continué con mis secreciones.
He terminado la cápsula; he iniciado el Cal´Ter. Me encuentro dentro de ella sumergido en un líquido que me alimenta, rodeado de una capsula casi opaca que no me permite distinguir mi silueta. Paso dormido casi todo el tiempo, aunque de vez en cuando despierto durante algunos minutos y alcanzo a sentir los cambios en mi cuerpo. Primero los huesos: mi columna se ha contraído para disminuir mi altura, mis caderas han ensanchado para dibujar las curvas. Luego los órganos: mis genitales masculinos se han escondido y en mis pechos se está acumulando una tensión que los empujará a proyectarse y crecer. Acaricio mis piernas, el bello ha desaparecido; parecen mucho más suaves que antes. Mis manos han encogido, me siento más pequeño.
Entre sueño y sueño pienso en el que sin duda es el Cal´Ter que recuerdo con más ternura: el de mis padres, es decir lo que ellos nos contaban. Los pasaron juntos, pero no al mismo tiempo. Primero mi madre, y luego mi padre. De modo que fueron hombre y mujer, luego hombre y hombre, un año después hombre y mujer de nuevo, luego mujer y mujer, y finalmente hombre y mujer otra vez. Durante toda su vida de casados nos hablaban de sus anécdotas, nos enseñaban fotos y vídeos, y mi hermana y yo fuimos testigos de una profunda complicidad arraigada a lo largo de los años. Y sinceramente me alegro por Clara, porque si lo acepta y lo vive con ilusión y felicidad, disfrutará de este momento tan hermoso en la vida de los Draso.
Estoy terminando el Cal´Ter, me noto ya formado, formada. Llevo mis pequeñas manos alrededor de mi cuerpo, palpo el enorme cambio que se ha producido en mi cabeza, mi nariz y mis pómulos son mucho más pequeños, mi mentón ha desaparecido. Acaricio la forma de mis caderas, y la concavidad que forman con mis costillas. Comienzo a percibir el mundo hacia dentro, en sus pequeñas formas y detalles. Paso las manos por mis pechos, son mayores de lo que esperaba. Siento una excitación en forma de ardor, dentro de mí. Sigo palpándolos y percibiendo esa fogosidad ajena, libre de erección. Y pienso boquiabierta y confundida: soy una mujer… Abandono mi perplejidad y comienzo a tentar el interior de la cápsula de mi crisálida, buscando bordes o hendiduras. Me hago una pelota y apoyo pies y hombro derecho. Comienzo a empujar y empujar. Mi fuerza disminuida; trago y expulso líquido que no es amniótico. Sigo forzando la salida hasta que por fin la cápsula cede y veo la luz. Palpando llego hasta un albornoz, me seco. Separo del todo los párpados. Mis ojos vuelven a ver, camino por la habitación desnuda, me dirijo a un espejo de cuerpo entero que coloqué para la ocasión. Me froto los ojos y pestañeo varias veces. Por fin veo bien. Miro mi reflejo. A un varón, sin importar la especie, siempre le agrada ver algo semejante. Me habían hablado muchos Draso de este momento, pero vivirlo… Como lamento que los humanos no podáis experimentarlo. Miro a la silla que hay junto al espejo. Está llena de ropa de Clara, y en la cima del montón: el tanga de encaje negro… Oigo pasos, son tacones. Me giro y allí está ella, parada a dos metros de mí mirándome de arriba abajo. Mi altura ha disminuido unos 12 cm, ahora soy tan alta como ella. Mis pómulos y mi barbilla han encogido. Mi rostro y mi cuerpo todo son los de una joven de 25 años. Mis pechos son incluso más grandes que los de Clara, mi cintura y mis caderas son similares. La miro con miedo. Ella sigue repasándome sin saber que hacer son sus manos, sin saber que decir. Abre la boca pero no le salen las palabras. Finalmente, tras ofrecerme la misma sonrisa que cuando nos enamoramos, dice entre risas:
-¡Serás cabrón! ¿Cabrona?
-Cabrona si no te importa. –Digo y sonrío.
-¡Serás cabrona! El tanga te sienta mejor que a mí.
Pongo las manos sobre mis caderas y contoneándolas de forma sensual replico:
-Claro.
4 comentarios:
¡ lo has conseguido ! un relato interesante...
Pablo, es interesantísimo esto que tienes aquí. Me has dejado sin palabras, no hacía más que decir ¡Pero que bueno!
Lo mejor ha sido lo de los padres¡¡ Está muy bien, exploras muchas posibilidades y haces hincapié en lo sería para esa raza la aproximación al otro sexo.
TIENES PARA UNA NOVELITA CON LO QUE TE QUEDA POR DESCUBRIR.
el comentario del 19 de noviembre es mio
Gracias Román, estaba buscando un texto para el funcine y he visto tu comentario por casualidad!! Me alegro de que le hayas sacado jugo. Gracias.
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