Estaba tan nerviosa como en una primera cita. Esperaba su llegada con cierta ansiedad ¿cómo sería? ¿estaría de buen humor?¿le apetecería abrazarme? no, se dijo, es mejor no forzarle a nada, que haga lo que quiera…
Pensaba en estas y otras cosas cuando el sonido del timbre del telefonillo la hizo saltar del sillón y, en una carrera, ya estaba diciendo: ¿quién?
- ¡Soy yo! Ya, ya está abierto!
Ella seguía apretando de manera obsesiva el botón de apertura sin percatarse de ello, atenta sólo a la voz que escuchaba distorsionada pero contenta cruzando la entrada al patio.
Abrió la puerta y esperó con el corazón en un puño el momento en que el ascensor se abriera…
- ¡Hola mamá!
- ¡Hola mi vida! ¡Cuánto te echado de menos estos 15 días…!
- Yo también, mamá…no, no me levantes que ya soy muy mayor…
- Si, si que es verdad, has crecido tanto!
Y se fundieron en un abrazo de reencuentro vacacional dispuestos a pasar juntos el período estipulado de vacaciones firmado en el convenio regulador mientras una pequeña lágrima se le escapaba y su voz se quebraba al preguntarle cómo lo había pasado con papá esos días. Eso sí, su sonrisa era inmensa, como después del primer beso tras la primera cita.
2 comentarios:
hay tanto amor dentro, que la emoción se transmite e invade esos segundos que dura el reencuentro.
mo
Gracias por compartir ese momento. Es precioso. Dijo él con ojos húmedos...
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