miércoles, 7 de septiembre de 2011

Carta de un veraneante desde el pueblo (II)

La expectación, la ilusión y el entusiasmo lo invadía cuando lejos muy lejos de casa, tras unas semanas de navegación recalaban en un puerto perdido en el mapa y recibían la correspondencia largamente esperada, al instante de forma ceremoniosa estas benditas cartas que albergaban intimas palabras de los amigos, familiares o de los amores penosa ó alegremente dejados, se repartían sin atender a rango ó condicion, llegado el momento y sabedor de que él no era el destinatario de ninguna de ellas y tras volver a preguntar inútilmente como implorando un error o un olvido, la tristeza ,el desánimo y la rabia se apoderaban de él.
Pasado un buen rato las justificaciones mitigaban el dolor de sentirse en cierto modo olvidado, no correspondido, preguntaba con desgana sobre las fechas y lugares de envío de las misivas a los afortunados receptores una vez la habían releído en la intimidad de sus camarotes, y con esos datos y con mucha voluntad, pergeñaba la pequeña argucia mental de que sus cartas seguramente no habrían llegado a tiempo, por lo que al poco, el pequeño incidente emocional quedaba en el olvido sumergido a veces en melodías de vino y otras, travestido de indiferencia frente al resto de compañeros.
Cuando por fin, la suerte le era propicia hasta 6 ó 7 cartas empapelaban de gozo su arribada y entonces debía escoger el orden de su lectura y el momento más idóneo para hacerlo. Siempre comenzaba con las de casa, (temor de noticias desagradables?) que en ocasiones lo sumían en cierta congoja rebozada por alguna que otra lágrima; las de su padre, que en esa época pasaba por una mala racha de salud, las de mamá, siempre sola, siempre esperando, le relataban con su trabajosa caligrafía todas las vicisitudes de la familia al completo, luego estaban las de los amigos, ( sus hermanos presos de un falso pudor muy pocas veces le escribían) que eran verdaderos compendios de sucedidos, dimes y diretes de la pandilla y que claro, comparados con sus excursiones allende los mares eran pura rutina, ( eso decían ellos) por fin llegaban aquellas que atendían al corazón, las que impregnadas de supuesto amor encendían su pasión y sus deseos de volver, cuantos “te quiero” y "te echo de menos" confortaban su aventurero espíritu, nunca entonces ahíto de aquelarres amorosos.
Todas aquellas cartas a buen seguro, habían supuesto un esfuerzo más que notable por parte de todos los que pretendían llegar a él, (al pobre de él, que a miles de kilómetros de distancia las esperaba y sabía apreciarlas) un especial ánimo al redactarlas de puño y letra, en franquearlas y echarlas al buzón de la esquina ó ir para más seguridad hasta la oficina de correos, el mismo sacrificio que él asumía en ocasiones, ya que algunas noches apenas dormía bordando sentimientos y cosiendo inquietudes y proyectos al papel, que al día siguiente muy temprano sería entregada antes de partir a veces sin un rumbo definido. Había una verdadera correspondencia de emociones y un pesar de lejanía, que a todos por un motivo u otro los impulsaba a vincularse a través de la escritura, pese a las dificultades y a la tardía satisfacción que ese tipo de comunicación les producía.
Hoy en día, la inmediatez del mensaje exige rapidez de respuesta, no admitimos que un e-mail nuestro no sea contestado en breve, no valoramos ni lo que escribimos ni lo que recibimos, tecleas ó emborronas de tonterías ó de trascendentales pensamientos un papel virtual que puedes, modificar, borrar, cortar, añadir, pegar etc., haces clic y lo envías para que tal vez lo mal lean o por el contrario lo aprecien unos pocos ó unos cientos, es igual pues ésos mismos reciben y envían decenas de mensajes diariamente en un intercambio frenético de información desprovista de humanidad.
Escribo esto escuchando el silencio, escribo esto no sé para quién, escribo esto no esperando respuesta, escribo esto solo para quien me quiera leer, escribo esto no para remover conciencias, escribo esto al fin para pedir : dejadme papel y pluma, dejad que un escalofrío de impaciencia, recorra mi cuerpo al tacto de un sobre manuscrito con mi nombre y dirección, dejad que examine la belleza de la estampilla, dejad que vea la letra del remitente como antesala de lo que me espera en su interior, dejad que el abrecartas me devuelva el aire y el perfume largo tiempo encerrado que seguramente envolvió por un instante al escribidor, dejad que el papel tenazmente doblado me arrulle con su rumor al desplegarlo, dejad que con fruición cuente los folios, dejad que en la intimidad el perfil de la escritura trabajada y hasta de algún borrón, me sublime con su significado y con su intención, por fin dejadme escrutar en la celulosa alguna escapada lágrima y dejadme que con un sentido beso, finalice su lectura.
(Esta experiencia epistolar me recuerda los ya lejanos 70, cuando leer El Pais, o el Triunfo era todo un placer, un pequeño rito, cada hoja del periódico era cuidadosamente plegada antes de su lectura, allanándola con el pulgar con suma precisión y manteniéndola ajustada y alineada al resto como si estuviera encuadernada para la ocasión)
Hoy ha hecho calor, la brisa nocturna acaricia con su tenue frescor estas reflexiones veraniegas, la luna llena parpadea y el gallo no canta, no, aún no.
11 de agosto de 2011

2 comentarios:

Pablo dijo...

Entrañable recorrido desde el océano hasta el presente...

Estoy dijo...

como en otras ocasiones he esperado a tener un momento de tranquilidad para poderte leer y escuchar. Me ha gustado mucho todo el escrito y me hubiera gustado ser capaz de escribir esta frase tan hermosa que solo tu has sido capaz de escribir...
"bordando sentimientos y cosiendo inquietudes y proyectos al papel"
Todo el escrito rezuma olores,sonidos,sentimientos,melancolias,belleza.