miércoles, 23 de marzo de 2011

La llamada

Luis iba camino a casa cuando recibió una llamada de su hermana Clara. En ella le decía: -Apartamento 23.
Al llegar a casa vio que su hermana y su pequeña sobrina Lidia no estaban. Fue a la cocina y se preparó un café. En el suelo encontró el peluche favorito de Lidia y el móvil de su hermana. Los recogió y los dejó encima de la mesa mientras oía el pitido de la cafetera. Se dirigió a la habitación de ellas y no vio nada raro. Volvió a pasar por el recibidor y vio un guante de Lidia y unos arañazos a la altura del pasador.
El olor a quemado del café la despertó a un mundo de inquietud. –Apartamento 23- Pensó.
El suyo era el 20, el 23 quedaba al final del pasillo, apartado del resto. Fue allí como un ciclón y al llegar se paró frente a la puerta. ¿Qué diría? Entonces notó que la puerta estaba abierta. Entró. Saludaba al tiempo que temía lo peor. Llegó al comedor y vio a Lidia dormida y más allá los pies de su hermana en un charco de sangre.

La policía hablaba con Luis mientras un asistente social atendía a Lidia.
-¿Qué le llevó a mirar en el apartamento 23?
-Una llamada de mi hermana Clara, sobre las dos.
Tío y sobrina se abrazaban mientras los inspectores comentaban:
-Los del laboratorio lo han confirmado, el móvil de la difunta no ha efectuado llamada alguna desde hace 2 días.
Pablo

1 comentario:

Pablo dijo...

Interesante, ¿perdemos la capacidad de amar con los años, o es simpmlemente que nos volvemos más cobardes?