miércoles, 9 de marzo de 2011

LA FRAGILIDAD HUMANA

Desesperada cruzó veloz la autopista, era mucho su desdén por la vida pero nunca le sedujo hacerlo bajo las ruedas de un coche, además ya tenía sobre su conciencia tantas traiciones y deslealtades que no quería implicar a nadie en su muerte. Por fin alcanzó el pretil del nuevo puente sobre el canal Augustijnenrei, se detuvo un momento para aliviar sus enfermos pulmones, el tráfico a esa hora era intenso y la nieve no arredraba a los conductores que parecían pugnar por llegar cuanto antes a su destino.
La visión multicolor de las luces que se reflejaban en la nieve de las orillas y en las gélidas aguas, le hizo reflexionar sobre los motivos que le impulsaban al suicidio y la honda sensación de que su sacrificio poco o nada le importaban a nadie una vez hubiera saltado, todo aquel panorama de velocidad, frio y tristeza no mejoraría, solo ella encontraría la paz y el mundo seguiría su curso, encendió un cigarrillo, el mismo último que dicen que le permiten a los condenados a muerte, se rebuscó en el bolso el papel estampado con sus vacilante letra, seguro que la entenderían? Nunca aprendió a escribir bien.
La lluvia aguanieve arreciaba y la espesa bruma que invadía el canal solo se quebraba por la débiles luces de las embarcaciones y las pesadas gabarras que constantemente lo surcaban.
Ella se había criado en la densa maraña de canales de Brujas y recordaba el pequeño revuelo que se formaba en el barrio cuando aparecía un cadáver flotando, normalmente eran vagabundos que borrachos habían caído accidentalmente y ahora como en un macabro juego trataba de imaginar adonde iría a parar su cuerpo, a merced de las fuertes corrientes.
Como marineros anclados en tierra, vivían en un destartalado barco que ella nunca había visto navegar y que siempre soñó con repararlo, surcar los mares y conocer las tierras lejanas de las que hablaban los viejos marinos, anhelaba con todas sus fuerzas alejarse de aquellos pestilentes canales, dejar atrás la omnipresente realidad que le impedía ser feliz.
Ya con 14 años ella y su padre, buen hombre pero alcohólico fueron abandonados por su madre, que harta de padecer privaciones se fugó en un velero con un marinero mercante holandés, así que pronto supo la forma de ganarse el sustento diario y el cariño ajeno entregándose al principio por unos francos a viejos asmáticos cerca del puente Hansvreeky y más tarde vendiendo su joven y atractivo cuerpo por Wanderstratt,
Por esa época todo parecía que iba a cambiar de rumbo cuando el amor en forma de humillante dependencia, se le apareció como lo hace una rutilante estrella en un polvoriento arrabal, transformando equivocadamente su vida en un tobogán incesante de alcohol, heroína, sexo y falso amor por un truhán, que exprimiendo su prostituida juventud la abandonó finalmente por un travestido brasileño, sola y con su padre enfermo estuvo a su lado hasta su fallecimiento a causa de una cirrosis hepática.

Una noche la vieja barcaza que le servía de hogar y único bien heredado, tuvo a bien declararse en forzada jubilación envolviéndose en llamas y crepitando al ritmo que le marcaba el anciano soporte de madera . Los bomberos nunca llegaban a tiempo a esa parte de la ciudad y ella contempló como se deshacía en humo su vida y sus recuerdos, comenzando así la senda del desarraigo la desesperación y el olvido.
El viento frio y húmedo la devolvió de su ensimismamiento, el momento había llegado ,pensó, una vez releída la nota donde escupía odio y perdón a partes iguales volvió a guardarla, y arrojando con comedido desdén la colilla del último cigarrillo, cuidadosamente dejó su bolso y las botas en un rincón, ató su bufanda a un poste y encaramándose descalza por las frías y húmedas barras metálicas del nuevo puente, se arrojó con los ojos bien abiertos, frio mucho frio, oscuridad, - que os jodan- fueron sus últimas palabras antes de sumergirse y espasmódicamente entregarse plácidamente con una sonrisa de triunfo.
Era ya mediodía cuando alguien descubrió el cadáver flotando, la niebla y la persistente lluvia no desanimó a los pocos curiosos, que haciendo cábalas contemplaban a la policía del canal haciendo su trabajo, luego una ambulancia del Krankservvie echó el telón a la maldita tragedia, los ateridos espectadores desparecieron, llegó la noche, la lejana sirena de un barco puso la triste nota musical y la bufanda el bolso y las botas continuaban ejerciendo de mudos testigos de la fragilidad humana.

4 comentarios:

Yessi dijo...

Vaya, tu escrito me ha dejado helada, es muy triste pero muy bueno, me ha gustado d eprincipio a fin.

Saludos.

Estoy dijo...

Mucha fuerza y ternura en tus escritos, están impregnados de vida.¡gracias por todo lo que nos aportas!

Dr.Magenta dijo...

Con sus textos, Felix consigue trasladarme, vivir la historia, y en este caso entristecerme profundamente.

Pablo dijo...

Es denso denso denso. Me resulta muy dificil criticarlo, hay riqueza en cada frase. Lo que sí me queda claro es que ambientas muy bien, sabes darle vida al escenario.