Una noche más sus pasos, de manera natural acabaron encaminándose hacia aquel Restaurante chino. A pesar de sus casi diarias visitas, Lorenzo no podía evitar sentir un ligero estremecimiento al abrir la pesada puerta de cristal y lanzar su perjudicada visión hacia el interior del salón en busca una mirada que le redimiese de tantas y tantas horas de soledad a la sombra de un viejo flexo y con la única compañía de sus libros y de todas esas cuartillas escritas a doble cara. Aquel restaurante se había acabado convirtiendo en una prolongación de su propia casa, en una prolongación de su propia vida. Prácticamente a diario, Lorenzo cenaba solo, siempre en la misma mesa, a la misma hora, los mismos platos y la misma mirada cómplice a la que desde hacia un par de meses se había tenido que acostumbrar a echar de menos.
Sin apenas pronunciar palabra y dejándose llevar por la rutina, Xen el camarero fue retirando los cubiertos que sobraban de la mesa, al tiempo le servia a Lorenzo una copa de vino tinto. Este dejaba perder su mirada en el fondo del espeso caldo mientras de forma espontánea tarareaba con su peculiar voz ronca y por lo bajini viejos temas de Duke Ellington.
Una noche más mientras Xen servia el plato de sopa sobre la mesa, Lorenzo se esmeraba en limpiar los cubiertos con una servilleta de papel, al tiempo que lanzaba su estrabica mirada hacia el interior del restaurante en busca de unos ojos cómplices que le diesen conversación. Aquel local, antaño refugio de dorados desamparos que durante años había cobijado a Lorenzo, dándole voz en días de silencio, dándole luz en días de completa oscuridad, dándole vida en días de muerte, ahora lucia renovado, diferente.
A su llegada Xen, se había encargado de darle al local un aire mas urbano, minimalista, extirpando, cual experimentado cirujano, cualquier objeto superfluo, reducto de su asiatico origen. Los cuadros que recreaban estampas chinas, que durante tantos años Sunn había cuidado con recelo, habían desaparecido de las paredes que ahora se mostraban blancas, lisas, sin vida. Y el león, el león que presidía la entrada al local, testigo de tantas y tantas conversaciones ahora lucia o mejor deslucía en un rincón de la entrada recogido tras unas cajas de refrescos.
Lorenzo sorbía la sopa con precisión, sin dejar escapar ni una sola gota de ese maravilloso caldo que regaba cada noche su apesadumbrada existencia, una sopa que Sunn se esmeraba en prepararle con cariño, con mimo, variados ingredientes todos ellos regados con el mimo con el que solo ella era capaz de cocinarle.
Desde la ausencia de Sunn, la sopa lucia con más brillo pero carecía de ese gusto, ese sabor, esa vida que Lorenzo intentaba rescatar al saborear cada nueva cucharada y que milagrosamente desde la llegada al local de Xen por fin hoy había encontrado.
Una densa ola de sabor, atravesó su paladar hasta hacerse fuerte en su cerebro. Sorbía la sopa con ansiedad aunque sin dejar de recrearse en ese momento que durante tanto tiempo había echado de menos. Ese sabor, esa textura, era Sunn….
Cuando Xen se acercó a la mesa con la cuenta, a Lorenzo la hubiera gustado poder expresarle todo lo que había sentido esa noche al degustar aquella sopa, lastima que se lo impidiese el limitado vocabulario castellano del camarero que no hacia ni 4 meses había llegado a este país.
- Hoy la sopa, muy rica, diferente, muy rica…. Le dijo de forma casi gestual.
Xen asentía agradecido al tiempo que con su tosco castellano contestaba.
- Hoy carne buena…
Ya de pie y mientras recogía el cambio de su cuenta, Lorenzo no pudo reprimirse y se acercó hasta la cocina donde el camarero estaba metiendo unas bolsas dentro de un arcon congelador.
- ¿Cómo esta tu tía? ¿Ya más recuperada? Preguntó Lorenzo
Xen sobresaltado por la inesperada presencia de Lorenzo al que creía ya en la calle, se apresuró a cerrar el arcón nervioso mientras le contestaba.
- Ella en China.
- Si hablas con tu tia (insistió Lorenzo con un sospechoso brillo en los ojos)
- Dale muchos recuerdos de Lorenzo, el poeta
- Dile que me acuerdo mucho de ella.
- Ella no hablar, insistía Xen mientras cerraba de un golpe seco el arcón.
- Ella en China, no hablar…. Dijo Xen mientras con la mirada ausente pasaba la mano por la puerta del arcon.
Para entonces sus palabras eran ya un eco muy lejano en el perjudicado oído del poeta que siguiendo el reflejo del rotulo del restaurante sobre los charcos llegó hasta la puerta de su casa. Una vez en el ascensor y mientras este ascendía hasta el sexto donde vivía, Lorenzo dejándose otra vez llevar por la melancolia, paso su dedo índice por una letra china grabada sobre la madera del elevador.
Sunn, pronuncio a media voz mientras una espesa lagrima resbalaba por su mejilla.
4 comentarios:
Me ha gustado tu historia,tus observaciones y esos homenajes que haces con disimulado acierto.
Gracias MO, me alegra que te guste aunqueno entiendo a que terefieres con los homenajes....
pasó su dedo indice por una letra....
¿en qué película había una escena similar?
Ah vale, si es un homenaje a "La plaza del diamante" recuerdo lapelicula que hicieron con Silvia Munt de protagonista. En la historia Colometa pasa el dedo por un corazon (creo recordar) grabado en la pared por su marido fallecido en la guerra al que sigue amando.
Publicar un comentario